sábado, 12 de diciembre de 2009

Necesidades: Recursos humanos.

Me hicieron pasar a una salita pequeña y fría. Una de esas salas de espera que tienen sillas de plástico tan cómodas como el suelo. Supliqué que el tiempo pasara rápido. No tenía ni idea de porqué me habían llamado de la comisaría pidiéndome encarecidamente mi presencia al día siguiente ante el comisario Rojano.

Pregunté la razón.

- Lo siento mucho Señorita Téllez pero por teléfono no podemos darle ningún tipo de información. Nos será de gran ayuda, se lo aseguro.

- De acuerdo, a las 9 en punto estaré en comisaría.

Así que allí me encontraba, sentada en aquel lugar impaciente por saber en qué podía ayudar a la policía una preparadora de oposiciones de administrativo de 32 años que vive aún con sus padres. Una puerta marrón se abrió de golpe.

- Señorita Carolina Téllez pase por aquí, el comisario Rojano le espera – reconocí la voz, la misma que el día anterior me había reclamado por teléfono, pertenecía a un pipiolo de unos 23 años, recién entradito en el cuerpo seguramente.

Me encontré con un Rojano embrutecido por la grasa, de cara gris y ojos ácidos. Sentado, mascaba chicle, rondaría los cincuenta, un tipo bastante desagradable. El joven se quedó de pie mirando a Rojano y a mí indistintamente.

-Trae un café a la señorita que vaya entrando calor. Porque usted quiere café ¿verdad?- el joven se ausentó en seguida en busca de lo ordenado, una gran empresa para el novato - Este invierno está siendo muy duro, no sabe la de gente que encontramos congelada en las calles. Es horrible – miró hacia la ventana pensativo.

- ¿Qué demonios dice? Empiece diciéndome para qué me ha llamado y déjese de sandeces – me puse nerviosa. Aquel comisario parecía sacado de una película de ganters, el típico corrupto, me miró con desgana, ¿para qué se andaba por las ramas conmigo? En ese momento entró el joven, dejó mi taza sobre la mesa, le di las gracias y le sonreí, sus ojos estaban llenos de picaresca.

- De acuerdo. Dígame entonces. Usted ¿conoce a Pedro Lasartre?- acercó los brazos a la mesa cruzándolos.

- Claro que sí. Es mi jefe, el dueño de la academia donde doy clases. Trabajo para él desde hace cinco años. ¿Por qué me lo pregunta? ¿Le ha ocurrido algo?- volvió a mirar a la ventana. Su silencio me ponía de los nervios.

- Bueno, no es nada grave. Necesito que responda a algunas preguntas más

- Pero dígame lo que ocurre al menos – insistí a sabiendas de que no me diría absolutamente nada. Tomé un poco de café, para ser la comisaría estaba delicioso.

- ¿Vio usted a Pedro el pasado viernes 8 de Enero?, es decir anteayer- me miraba expectante.

- Pues espere que lo piense…en el trabajo quizá, no en el trabajo no,…puede ser…ah, sí. Ya me acuerdo, salí a tomar una copa por la noche con unas amigas y me lo crucé por la calle. – no tenía ni idea de lo que pasaba, ambos polis me miraban.

- Julián ponte al ordenador y tómale declaración- Julián se sentó enseguida en la mesa de al lado- Ahora explíqueme con detalle cómo lo vio, dónde y a qué hora, si lo vio con alguien o no; todas esas cosillas- quedé desconcertada, no sabía lo que pasaba, ni que tenía que ver yo en aquello. De todas formas debía decir la verdad, ¿para qué mentir a la policía?

- Sería la una de la madrugada, más o menos. Lo vi en la Calle Almagro, iba sólo y se le notaba a leguas que se había pasado con el alcohol. Me saludó y siguió su camino. Creo que vestía con unos vaqueros y un jersey azul oscuro. Eso es todo – Julián tecleaba como un poseso, más veloz que la luz terminó de copiarlo todo. Lo intenté de nuevo sin ningún tipo de esperanza.

- Por favor, ¿le ha ocurrido algo a mi jefe?- si le pasaba algo malo me alegraría, era un tacaño, pagaba mal y nos hacía trabajar horas extra que nunca veían un pago decente. Todo para que él se fuese de vacaciones a Florida o de crucero por Grecia.

- Bueno, no se asuste, pero…lo encontraron muerto en un portal – abrí los ojos, me quedé petrificada, aunque mal pagado me acababa de quedar sin trabajo. Un desastre, con 32 años y en el paro.

- No me diga, ¡Dios! ¿Cómo? ¿Y mis compañeros lo saben? ¿nos están interrogando uno a uno?

- Sí, eso es. Fue asesinado. Pero dígame, ¿era buen jefe? – ahora tocaba decir la verdad, aunque estuviese muerto la verdad era la verdad.

- No, no era un buen jefe. Echamos muchas horas extra que no paga, mejor dicho, ahora que está muerto, pagaba. Era muy soberbio y todo lo que hacíamos estaba mal, a veces se comía muchas de nuestras vacaciones y no las pagaba – el comisario sonrió. Pude oír desde la otra habitación unas carcajadas enormes, unas carcajadas que me sonaban de algo. Julián sonrió se levantó y dijo:

- Acaba usted de renovar su contrato en la Academia Lasartre, además con un aumento de sueldo y se le pagarán todas las horas extra que haga, enhorabuena Carolina- no entendía nada de aquello- Soy el hijo de Pedro Lasartre, trabajo aquí. Rojano es mi tío y también trabaja aquí y Lasarte es mi padre- me quedé blanca, ¡qué tipo de broma era aquella!- Padre ya puede salir- apareció mi jefe sonriendo, me estrechó la mano.

- Sabía que lo estaba haciendo mal con mis trabajadores, después de las navidades decidí cambiar para mejorar. ¿Cómo? La única solución era quedarme con cinco de los diez que trabajáis para mí. Para seleccionaros se me ocurrió esta idea, me quedaría con aquellos trabajadores que fuesen sinceros sobre mi mal hacer. Así que hablé con mi hijo y mi cuñado y se nos ocurrió esto ¿Qué le ha parecido?

De esta forma mantuve mi trabajo mejorando además mis condiciones laborales. Al principio me enfadé, les grité, me parecía una burrada el método. Era algo sacado de un manual para locos, pero benditos los locos, sus manuales y las mejoras laborales.

2 comentarios:

Joselu dijo...

Sorprendente, mantiene el interés y la intriga.

Recuerdos perdidos dijo...

Nada del otro mundo, una pequeña oda a los escritores que hacen de la intriga un arte.

Bienvenido.