sábado, 19 de diciembre de 2009

Necesidades: Confianza (3ª parte, final)

- ¿Sabe que estás aquí? – cierra la puerta rápidamente.

- No, está con su amiga Ruth, cree que trabajo hoy en la pastelería. Anda Álvaro quita la televisión y escúchame. Queda un día, si mañana no lo ha abierto tendrás que cumplir tu palabra, vendremos a eso de las cinco de la tarde – la sonrisa de Álvaro ha desaparecido, al fin logra articular palabra.

- Sí, ya lo sé. He hecho la maleta, en cuanto vengáis mañana te dejaré el piso. Las escrituras están en este cajón. Felicidades, has ganado la apuesta. ¿Qué vas hacer con el piso? – su voz es de una completa derrota.
- Voy a montar un taller de pintura. Y ¿tú? ¿qué habrías hecho con mi casa de haber ganado la apuesta?
- Pues venderla y vivir unos años sin madrugar para ir a trabajar a correos, ¿te parece poco?

*

Fuimos a casa de Álvaro el domingo, todavía se encontraba mal e insistí en verlo. Miguel me acompañó, al principio me pareció extraño. “¿Desde cuándo a mi marido le caía bien Álvaro?” Estábamos en el salón los tres sentados, yo noté que algo se me escapaba. Ellos hablaban como si fueran amigos de toda la vida. Comenzaron por el fútbol, siguieron algunos grupos de música y terminaron criticando el Ayuntamiento. “Puede ser que ahora se lleven mejor” Animada por la situación fui a la cocina a preparar un café para nosotros dos y coger un yogurt natural para Álvaro. Estaba contrariada ante tanta fraternidad, a la vez contenta ante la posibilidad de estar con ambos sin que discutieran y se tirasen nada a la cabeza. Las tazas, el azúcar y unas cucharas. Cuando vuelvo al salón la situación ha dado un giro de ciento ochenta grados.

- Sonia, ¿no tenías el sobre en el bolso? – es Álvaro quien pregunta y mi marido quien busca en el bolso frenéticamente.

- Pues…, eso es una de las cosas por las que quería verte hoy Álvaro – siento los cuatro ojos posados sobre mí, me pongo tensa porque ellos lo están, dejo la bandeja en la mesa – La última vez que lo vi fue el viernes en el almacén del trabajo, me quedé dormida diez minutos, desde entonces lo he buscado por todas partes para traértelo pero no lo he encontrado por ningún sitio, espero no haberte buscado un problema – se miran, me miran, mi marido se pone colorados de ira.

- Pero, ¿cómo puedes haber perdido el sobre?- es Miguel quien se acerca gritándome.

- Tranquilízate, si lo ha perdido no podemos seguir adelante.

- Adelante, ¿con qué? – las dudas me asaltan - ¿qué os pasa?

- Álvaro, aunque lo haya perdido en ningún momento llegó a abrirlo, así que ya sabes – el otro se ríe.

- Lo siento, pero si no lo hubiese perdido lo habría tenido más tiempo y habría podido abrirlo, ¿no te parece? Además en este papel que está firmado ante notario no recogimos ninguno la posibilidad de que perdiera el sobre, tú pusiste que no lo abriría y yo que sí. Únicamente esas posibilidades – están en pie y se gritan a la cara. Yo no sé a que viene todo esto, pero si dejo que se chillen quizá logre entender algo. Para mi asombro Álvaro va a la cocina y coge dos cervezas para ellos.

Ya ha pasado la borrasca y yo aún no la logro entender.

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