domingo, 30 de mayo de 2010

Necesidades:Silencios (II)

Después de aquello Julia se esfuerza por entrar en el mundo de Sandra. Le parece una persona fuera de lo común, le llama la atención su soledad. Primero cambia su puesto en el trabajo, pasa de la mesa tres a la veintisiete, al lado de Sandra. Piensa que tantas horas darán para hablar mucho; inocente, en un mes no consigue ni un mal chiste. Así que decide volver a casa todos los días con ella en el coche. Pasan los semanas y Julia no logra nada, se siente imbécil, cree que está perdiendo el tiempo, “¡Será capulla esta tía!, ¿quién se habrá creído que es?¿Lady Di o Ana Rosa Quintana?”.

Y justo el día que piensa abandonar e irse a casa andando la otra la llama, “¿Tienes un cigarro”. Se quedan apoyadas en el coche, mirando a las demás salir juntas, como un gran equipo.

- ¿Te has dado cuenta?
- ¿De qué?- responde Julia sorprendida ante la iniciativa de la otra.
- Mira bien cómo se relacionan, fíjate.- Julia se esfuerza en ver, pero no logra llegar más allá de un grupo de compañeras y amigas.- ¿No lo ves? Ninguna escucha, todas hablan, ¿realmente se interesan por lo que les otras les cuentan?
- Pues...ahora que lo dices...puede ser que no.
- Lo es.
- Permíteme que te diga algo, eres muy rara.
- ¿Yo? Me haces gracia.- Sandra ha terminado su cigarro entero, Julia se percata de ello y sonríe. En el coche, ese viernes, nadie habla, sobran las palabras.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Necesidades:Silencios


No todos están perdidos, algunos parecen que duermen un largo tiempo para hacer acto de presencia cuando menos lo esperan.”

Sandra habla mucho durante su jornada laboral, tan sólo se escucha a sí misma, y no se dedica a la política, ni siquiera trabaja de cara al público. De ocho de la mañana a tres de la tarde pone en el lugar correcto los tornillos de una de las piezas de las lavadoras “Siemeans”. El ruido de las máquinas hace imposible cualquier conversación con las compañeras, pero ella habla igualmente, una costumbre que le ayuda a pasar las horas allí sentada sin volverse majara. Se la ve siempre apoyada sobre la mesa, la más gruesa de su fila, cabizbaja y ronroneando. Ni yo podría adivinar los años que lleva ahí, dejando una parte de ella misma en cada tornillo colocado. Tiene una maldita costumbre, o así lo creen sus compañeras, cuando sale se queda junto a su coche, saca un cigarro, lo enciende y después de la primera calada se deshace de él.

Quizás se arrepienta, puede que no.

- ¿Hoy pasas por mi barrio?.- Es Julia, a veces le pide que la deje en casa.

- Sí, bueno...si necesitas que te acerque...Ya sabes, no me importa. Anda sube.- Así, con frases inacabadas, llenas de pausas e indecisión, se mete en el coche y arranca. La anestesia del trabajo perdura en sus reflejos que son lentos.

- Hace una calor inaguantable. La semana próxima dicen que llegaremos a los treinta y cinco grados.- Julia intenta hablar algo, conversar como harían dos compañeras de trabajo.- ¿Sabes que se rumorea que la jefa está liada con el de los encargos?.-Espera impaciente que la otra opine sobre el romance, verla hablar sola en el la fábrica y ahora tan callada le choca. Julia se incomoda ante la actitud pasiva de Sandra. Al llegar a la puerta de su compañera, Sandra para el motor. Necesita ser sincera.

- No me interesan tus opiniones sobre el tiempo ni tampoco sobre lo que hace nuestra jefa. En dos años que llevamos trabajando juntas no has sido capaz de conocerme, sé que no te interesa saber quién soy, no te culpo. Pero intenta entenderme a mí y deja de hacer falsos intentos sociales cada vez que te traigo.- Julia se queda sin palabras, abre su bolso y le ofrece un cigarro.

domingo, 23 de mayo de 2010

Necesidades: Mi y tú.



- Te has vuelto muy quejica.
- Pues llevas cinco años con mis quejas.
- Cuando te conocí no eras así.
- Es que he aprendido de ti.
- Imposible, yo no soy de esa naturaleza.
- ¿De naturaleza quejica? No, claro que no. Tú eres un luchador, un reivindicador, las causas perdidas son lo tuyo.
- Entiendo, eso me lo aclara todo.
- Entonces ¿sigo siendo una quejica?
- No, más bien una luchadora nata.
- Fresas, me apetecen fresas.
- ¿Con nata?
- Con fresas basta.

lunes, 17 de mayo de 2010

Necesidades: Al "savoir-faire"

De camino al concierto hemos pasado por el cruce de Bácor, un pueblo granadino, la aldea en la que mi tío Antonio nació y vivió toda su adolescencia. Ahora reside en El Masnou, Barcelona, y cobra una jubilación ajustada acompañada de nietos y dolores de espalda. Porque cargar butano hasta hace un puñado de años era otra cosa, las bombonas de color naranja y edificios sin ascensor amplificaban el esfuerzo y magnificaban los sudores.

Todos los veranos vuelve a Bácor, durante unas semanas disfruta de su origen, sus hermanos; baja a la presa del Negratín y se acerca a ver los vecinos que cada vez son menos numerosos. Allí se ha construido con sus propias manos una casa, fresca en el interior y con vistas al campo cultivado, a la huerta.

Mi tío Antonio es bajito y moreno, nada que ver con el mito del butanero. No sabría decir el color de sus ojos, pero si cierro los míos descubro la candidez de su mirada y sus movimientos tranquilos. Buen cocinero, buen padre de familia, trabajador incansable que en casa arregla cables, losas, puertas y todo lo que mi tía le exija.

Sus opiniones silenciosas que casi pasan de puntillas llenan mi niñez.

Ya en mi edad adulta lamento que mi tío esté tan lejos, lamento que su nobleza no sea un virus contagioso sin posibilidad de vacuna.

viernes, 14 de mayo de 2010

Necesidades: Frases nocturnas.


- ¿Se fijará Benjamin Biolay en mí?
- Claro, seguro que nada más verte se le caerán los calzoncillos.
- Podrías ser menos irónico que tengo sentimientos.
- ¿Tienes de eso?
- Sí claro, cuando quieras te los enseño, pero antes avisa para meterme en el papel.
- ¿Cuál?
- El de mujer sensible.
- Ya estás con tus bromas de madrugada.
- Hablo en serio.
- Pues no te conozco.
- De eso se trata.
- ¿Te estás quedando conmigo?
- Siempre.

jueves, 13 de mayo de 2010

Necesidades: ¡Felicidades!"


"Porque no será tan malo el vino cuando te ocurren estas cosas. En su justa medida el vino inhibe y uno se vuelve más sincero si cabe"

Me subí al tren con la relajación de las dos copitas de vino blanco, miré al pasajero que estaba a mi lado. Un hombre de cincuenta largos, concentrado en la lectura de un libro gordo que contenía palabras muy científicas y dibujos de pulmones, corazones y otros órganos.

“¿Estará preparando oposiciones de medicina?”. Veo que el señor se gira, me sonríe y me dice que no. Me doy cuenta que he pensado en alto, me pongo más colorada. De esta forma tan rara iniciamos una conversación. Relata que es de Bolivia, “Llevo un año acá, soy cirujano, por eso leo este libro, me gusta mi trabajo”. Una vez pasada la vergüenza del primer momento me envalentono, le hago preguntas sin parar.

Se dirige a un pueblo, hay feria y le toca la guardia de noche, se espera heridas de arma blanca y borrachos pasados de alcohol. Me dice que cuando los pacientes están en sus cabales lo tratan bien, con respeto, otras veces no tanto. Lleva una foto de sus tres hijas, su mujer es médico, de cabecera. “Esta noche también tiene guardia, las niñas se cuidan solas. A la mayor le han dado una beca por el tenis en la Universidad de Nueva York, le cubren todos los gastos de la carrera. Las amigas la llaman para salir, pero ella está metida en el deporte”. Sus ojos azules brillan junto a una sonrisa llena de orgullo, admira su obra de arte. No puedo evitar felicitarle por su vida, está entregado a su familia y su trabajo, lo veo feliz.

Después le pregunto su opinión sobre estos lares, es muy respetuoso, parece que tema decirme cosas negativas. Le insto a que sea sincero, me gusta escuchar las críticas de los demás.Pero no estaba preparada para su respuesta, “La permisividad, el libertinaje y la falta de gusto por el esfuerzo”, demasiado ajustado a la realidad.

Cuando llegué a casa me tomé otra copa de vino.

martes, 4 de mayo de 2010

Necesidades: Sinsabor


Cuando la vi mi cuerpo se congeló, no podía mover ni un músculo, me quedé sentado en el asiento trasero del autobús oliendo cada gesto suyo. Seguía con su cuerpo lleno de curvas gigantescas, ¿cuánto hacía que no sabía nada de ella?, ¿diez?, ¿once años?

Por entonces yo era un niño con las hormonas descontroladas, mis quince años llenos de sueños eróticos, de ganas de aprender esa parte que en el colegio redujeron al “Aparato genital femenino”. Ella rondaría los diecisiete años, se volvió loca conmigo, serían mis ojos me supongo. Estábamos en el mes de octubre, llevábamos tres semanas de relación, háganse una idea del tipo de relación que uno de quince y una de diecisiete pueden tener. Quedamos para ir al cine, nos dimos un buen atracón en la última fila, lo normal, lo usual. Después paseamos cerca del río, en plan cariñoso-pegajoso, el paseo terminó debajo de un puente, en la oscuridad tanto ella como yo perdimos la virginidad.

Ahora que lo veo en la distancia, la que da el fracaso y la edad adulta, reconozco que yo no estaba preparado para ello, que no tendría que haber sido así, ni tan temprano, ni allí. Y de pronto, hoy me la encuentro, está sentada aquí delante hablando por el móvil.

- De acuerdo allí estaré, pero no olvides que si incluye mamada son cien euros más. La tarifa es la misma para todos...No, no pienso rebajarte nada, ¿¡qué te piensas que soy!? ¿Las hermanas de la caridad?...

No doy crédito a lo que oigo, a lo que sale de sus labios, o no quiero creerlo. Me bajo en la siguiente parada, me mareo, este final no me gusta nada.

lunes, 3 de mayo de 2010

Necesidades: Ser uno es difícil

Vuelvo a editar este garabato porque una amiga lo ha ilustrado (thanks).
Ilustración realizada por: Mónica Beatriz Castro Rodríguez

Cada vez que se enfrenta a una vicisitud reacciona igual, primero se pone nerviosa y llora como una esponja, después hace algo que le parece lógico, dentro de su lógica claro. Al final termina mirando la foto de sus abuelos y pidiéndoles fuerza, “Que yo sé que desde allí todavía me observáis y me juzgáis, así que ahora os toca apechugar y echarme un cable”

Y a sus cuarenta sigue comiéndose las uñas, una tras otra, de forma automática, casi inconsciente, “Por algún lado tendrá que sacar los nervios, que ella toda la vida ha sido muy nerviosa”. Es algo que Chari siempre dice para justificar el vicio de su hermana delante del resto de familiares y conocidos; Chari es de las que sufren con los qué dirán de los otros, no soporta que pongan en evidencia a Gloria, la mayor de los cuatro. Pero Gloria obvia todo lo que a Chari le preocupa, porque dice que son pequeñeces, “¿Y que más da que me vean comiéndome las uñas? Como si me quiero subir a un árbol a hacer el mono”.

Así que en la última boda, la de un cuñado de un primo de Barcelona, asistieron ambas. Chari con su marido y sus dos hijas, Gloria con sus uñas comidas y una pequeña libreta con los apuntes del último curso sobre “Vidas encuadernadas al gusto. Dése el gusto” Todos sonreían, se saludaban, se miraban los vestidos. Una puesta en escena fastuosa, llena de colores y protocolos actuales. Con tanto entretenimiento Chari se pierde entre la multitud y Gloria se toma unos minutos de vida propia. Cerveza de aperitivo, blanco con el pescado, rioja con la carne, champán para brindar y un ron en el baile.

- Al menos con una copita de más dejas de comerte las uñas.


Entonces Gloria pasó a la historia de la familia López, se montó en un árbol y se puso a hacer el primate. El cursillo le sirvió de mucho.