martes, 11 de diciembre de 2012

Necesidades: Admirar


Tengo que contarlo porque me ha impactado su entereza. Hoy, en clase de uno de esos idiomas en los que me ando perdiendo, he vuelto a ver a una compañera que llevaba más de dos meses sin venir. Me ha sonreído y ha hecho sitio para que me sentase a su lado. Desde el primer día de clase me cayó bien, más cerca de los cincuenta que de las cuarenta, lleva unos tres años por estos lares, es de más al norte, pero parece que se enamoró y se quedó por aquí. Viajera incansable y seducida por esas otras lenguas, risueña, independiente. Los pocos días que coincidimos a principio de curso hicimos buenas migas, había cosas de las que hablar, cine, libros, anécdotas de visitas a otros países. Pero al mes empezó al faltar, no tenía su teléfono, ni su mail, ni nada. Más de una vez me acordé de ella, porque el resto de compañeros parecía un grupo algo más cerrado, ya hecho. Y hoy al llegar me la encuentro allí, y me alegro al verla, y como soy curiosa y habladora le pregunto. ¿Cómo estás?¿Por qué has faltado estos meses? Y ella como el que habla del tiempo me responde que una operación de cáncer, que de cáncer de colon, que está en tratamiento, que vendrá los días que pueda. Y abro los ojos. Tienes una fuerza increíble, le digo. Ha notado mi cara de admiración, la veo con un aplomo y serenidad asombrosos. El profesor le manda hacer una presentación oral de unos minutos, la improvisa, le sale bien, al terminar los compañeros le aplauden por su discurso, yo también, la determinación y la fortaleza bien se merecen  una ovación. 
Nunca dejes de batallar.

martes, 4 de diciembre de 2012

Necesidades: De trotar

Alpes alemanes
Dilata el tiempo, lo extiende jugando con las gotas que caen del árbol, ahora pongo la mano, ahora la cabeza. Mojarse mola, salta de arbusto en arbusto, las últimas lluvias han dejado un verde vivo en el suelo y un azul sagaz en el cielo. Si viviese en un país del sur sería primavera, pero ella está más al norte, allá en las montañas, verano, es verano. Rueda desde la cima, se deja caer, risueña, niña que sigue siendo, aunque nacida en 1880 sigue siendo niña. Porque los libros son libros y el anime anime, y la tele la tele, y entonces en 1974 algo pasó por la mente de un japonés y aquello ha marcado generaciones en nuestro país y parte del universo. Ella sigue allí riendo de todo y dejando de llorar para hacer reír al otro, tierna, siempre infantil. A veces discute con las vacas, sí, son gordas y no se mueven, y la leche mi abuelo la prefiere de cabra, piensa mientras evita un grupo de ellas. Les saca la lengua y les palmea el lomo, anda moveos, vagas que sólo sabéis pacer y mirar con cara de malas pulgas a los pocos que pasamos por aquí, además de las cacotas, que ando siempre pisando algún regalito vuestro. Pasa de largo y brinca un poco más abajo, allí su amigo, ese inseparable que también es medio niño la espera. Entre risas pasan el día, llevando el ganado por toda la montaña, divisando las otras y leyendo los movimientos de los pájaros. El tiempo va a cambiar esta misma tarde, su amigo podría haber trabajado en el telediario  o como científico en alguna universidad prediciendo el clima, podría y todavía puede, pero no quiere. Inseparables, son los únicos niños del lugar, eternamente lo serán para nosotros. Sólo un viejo serio de barba blanca, y un perro, y una cabrita, y un pajarito, y esa infancia que queda entre dicho porque cada vez queda más lejos, más difusa, distraída, la olvido, se deshace, dibujos, canciones, olores, meriendas, el barrio,...

lunes, 3 de diciembre de 2012

Nanorelatos: Conectados

Corea del Sur

Cuando despertó su parada había pasado, miró el mapa y decidió llegar al al final de la línea siete. Ver el último barrio de la urbe sería una experiencia, todavía no sabía si buena o mala. Quedaban unas quince estaciones así que podría curiosear, ver a los pasajeros leer, escuchar ese idioma de melodía saltarina, observar las ropas, las caras,...Incluso podría intentar hablar con alguno de ellos, preguntar cosas de la ciudad, de los horarios. Lo intentó, buscó alguna mirada aliada, puso cara de turista, sonrió,pero fue imposible, las pantallas estaban allí y ellos no asomaron.

Necesidades: Al final...

Venecia
Su princesa estaba detrás de alguna de esas ventanas, era la prueba final, después de haber cruzado el desierto, luchado con monstruos, comido serpientes, dormido bajo las estrellas. Después de pisar países, algunos inhóspitos con pobladores hostiles que no lo entendían, otros más acogedores que hacían de la estancia un placer. Después de buscar en mapas, cruzar mares verdes y amarillos, evitar volcanes y tormentas de hielo. Después de todo eso allí estaba él. Se quedó sentado sin poder decidir qué puerta elegir. No podía equivocarse, tanto batallar y al fin llegó el momento esperado. Pasaron horas, miraba con cuidado cada una de ellas cambiando de lugar. Quizás haya una pista y no he sido capaz de verla, se decía mientras se movía nervioso. Podría ser aquella ventana amarilla de la derecha, sí, puede ser, ¿una princesa debe vivir tras el color dorado? ¿Y las de madera? Si fuera alguna de madera debería ser la más cuidada y mejor pintada.Andaba en estos pensamientos cuando un vendedor ambulante pasó por su lado e intentó negociar con él unas pieles que decía eran de oso, conversaron unos minutos en los que pudo saber que aquella ciudad tenía las murallas más bonitas del mundo y un puerto en el que vendían el pescado más exquisito del país. Como todavía era temprano y no sabía qué puerta elegir se dirigió al puerto, comió algo y se mezcló con las gentes del lugar. Conoció a unos marineros muy toscos y rudos que tenían el cuerpo lleno de tatuajes y jugaban a las cartas mientras bebían sin parar. Hablaban de un capitán obtuso que abusaba del poder, un tirano sin cabeza ni pies. Pasó la noche con ellos. Al amanecer volvió a las ventanas y su dilema seguía sin resolver. Así pasaron los días y veinte años después todavía no había llamado a ninguna de las puertas, mientras se decidía aprendió el oficio del mar y montó una pequeña empresa de pesca y venta en el pueblo. Conoció a los vecinos y sus tradiciones. Ahora, cada mañana, antes de ir a trabajar se para cinco minutos frente a las ventanas, las mira y sonríe al ver a un chicho joven con cara de indeciso.

Necesidades: Desembarco



No tengo tanta fuerza de voluntad, lo sé, pero lo intento, creo que puedo, hoy sí, creo que puedo olvidar todo lo demás, ese demás en el que están ellos cinco en general y uno en particular. Carpe diem, dicen tus ojos mientras relatas las proezas de la semana, sin embargo no entiendo nada, olvidé el latín de 3º y de COU, y el griego también, las decepciones de la semana no me dejan procesar más allá. Nos sentamos en el sofá, ese que no conocemos, que cada viernes cambia, de color, de tamaño y grosor. Nos acomodamos y nos retratamos. El vuelo bien, como siempre dormida, ni las azafatas vendiendo el motor derecho del avión me han despertado. ¿Y el tuyo?Turbulencias, muy divertido hasta que el niño de atrás se puso a gritar y se comió a sus padres. Me encantan tus figuras estilísticas, me encanta tu figura. Te digo adulador, y no lo eres, simplemente te encanto, o ¿no? Después de deshacernos en palabras y hechos salimos a la calle. Siempre es una ciudad  extraña para ambos, así que caminamos por parques y callejuelas haciendo hincapié en los barrios mestizos que no castizos. Las poco más de 48 horas suelen pasar como un suspiro. A la vuelta todo parece gris, es domingo, ya no me hace ilusión sacar la tarjeta de embarque, las tarjetas de embarque de los domingos son absurdas y tristes. Mientras miro la pantalla de salidas llega un mensaje a mi teléfono, dices que estás embarcando. Sigo en la T4, respondo, el mío sale con retraso. Con retraso llego a mi ciudad, después de una hora de coche, consigo aparcar. Las calles están ya dormidas, por las ventanas se ven las televisiones encendidas, mis pasos hacen eco. El eco duele, la realidad de ellos cinco en general y uno en particular más.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Necesidades:Genios


Cuando acabó la disertación el público quedó en silencio, terminaron asombrados ante las declaraciones del ponente,incluso los periodistas, nadie se atrevía a preguntar hasta que algunos empezaron a aplaudir y contagiaron al resto, se dio por finalizada la jornada. El nuevo descubrimiento, aquel bacilo que tanto mal había hecho a la humanidad durante siglos ahora se convertía en un aliado. Y todo después de ocho largos años de estudio, respondió el homenajeado mientras peleaba con el filete de ternera en la comida que clausuraba el congreso. Los médicos, periodistas y políticos más importantes del país se habían congregado allí para conocer ese descubrimiento y reconocer el esfuerzo de Alejandro Otero y su hallazgo, un bacilo que empezaba a vacilar y ganarle la batalla a algunas de las enfermedades más cruentas de la humanidad. Él estaba muy excitado, los flashes le hacían parpadear más de lo normal; las únicas conversaciones completas que pudo mantener fueron durante la comida, con los dos comensales que estaban a su lado, el presidente y el gestor de un centro hospitalario de la región, y durante las copas, a las cinco de la mañana con Lázaro, un médico de familia mallorquín que se coló en la  cena para saciar su curiosidad. Alejandro aunque nervioso supo mostrar plante de tranquilidad y sosiego, mantuvo las formas, la sonrisa y el saber estar. Pero después de tanto trabajo como decía haber tenido, y sobre todo después del vino y el güisqui del día, acabó junto al mallorquín el cual pretendió arreglar el mundo y conocer de cerca al tan afamado Alejandro Otero en aquella barra.

- Ocho años de esfuerzo y trabajo, ¡ja!, ocho años sí, pero de esfuerzo y trabajo un pirulín - él ya no veía ni las agujas del reloj, ni recordaba el número de su habitación, no sabía cuantas copas llevaba en su cuerpo. Lázaro aunque también había bebido lo suyo no pudo obviar ese comentario, sonrió y animó al descubridor a que siguiera el discurso privado entre hipidos.

- ¿Me lo repites?- el otro se tambalea sobre la silla, agarra su vaso y da otro sorbo antes de proseguir.

- Bueno, sí, si hablamos literalmente no fueron ocho años de trabajo, más bien unos treinta. Además no fueron míos, claro que no, yo no podría haber perdido tanto tiempo en esas búsquedas imberbes, ni se me habrían ocurrido esas hipótesis descerebradas.No,no,no...-Otro sorbo y calla, se apoya en la barra casi está a punto de dormirse. Pero Lárazo no ceja, quiere enterarse de todo. 

- ¿Entonces?

- ¿Entonces? Pues sólo hay que saber escuchar a un médico jubilado medio excéntrico y solitario, uno de pacotilla, como tú,  entonces te ganas su confianza. Después te deja entrar en su casa, te enseña su teoría, la obsesión de toda su vida y hasta tiene pruebas de laboratorio recogidas. Al principio no le haces caso, lo escuchas por escuchar, pero luego te das cuenta que hay algo de razón y que lo que expone no es tan descabellado. Inicias por tu cuenta una investigación para comprobar lo que el excéntrico te expone, claramente él no sabrá nada de lo que has comenzado, y cuando empiezas a ver que quizás tenga razón te lo quitas de en medio y montas el proyecto por lo legal y siendo tú mismo el titular del estudio y de las ideas.

- ¿¿¿¡¡¡Cómo!!!!???? Estás de broma, ¿verdad?- Lázaro tiembla ante esa perspectiva y duda si el ser humano podría ser más perverso.

- No.

- ¿Y qué ha sido de ese médico loco y de pacotilla?¿Qué ha sido del descubridor real de todo esto?

- Criando malvas, aguantó hasta los noventa- Lázaro se pone en pie, mira con asco y decepción a aquel que cinco minutos antes admiró, estaba a piques de irse cuando Alejandro lo tomó por el brazo.- Y no intentes nada, eres un  pacotilla más con cara de excéntrico, nadie te creería. 

A la mañana siguiente Alejandro tembló, la resaca se unió al recuerdo de un Lázaro que aún no sabía si pertenecía al mundo real o a su conciencia.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Necesidades: De interpretar



Vivo en una casa de vecinos muy antigua, de esas de techos altos con vigas de madera y paredes blancas. Está algo ojerosa, alicaída, desconchada, pero se mantiene en pie con la dignidad que le ha regalado el tiempo. Al entrar un pequeño patio recibe al visitante, en el centro varias plantas que merecen ese lugar se pelean por los rayos de sol. En el patio siempre hay movimiento, las puertas de los cuatro vecinos suelen estar abiertas, siempre se oye una televisión, una conversación, siempre huele a guiso o a café recién hecho. Arriba vivo yo sola, o vivía, porque hace unas semanas se mudaron al lado nuevos moradores. La primera vez que me encontré con uno de ellos me asusté, entré en el zaguán que estaba a oscuras buscando la llave en el bolso, di dos pasos y tropecé con un bulto, di un salto, qué era aquello, no podía ver nada, oí un quejido y al encender la luz descubrí que era un chico de unos quince años, estaba sentado en el suelo con un miniordenador. Su mirada pedía disculpas  aunque también mostraba sobresalto, no acertó a decir palabra. Creí que sería un familiar de alguno de los vecinos de abajo, pero al subir salió de la puerta que hay al lado de mi piso un hombre de unos cincuenta años, me saludó y dijo "Voy a ver cómo está el chico" Me extrañó, porque el chico que yo había visto no era muy chico, era un adolescente, y allí en el zaguán, navegando por internet con la wifi "prestada" no le pasaría nada. Después he visto a ambos inquilinos otras veces, al chico casi todos los días en el zaguán, embebido con su portátil, ahora me saludaba con la cabeza, me ayudaba con las bolsas de la compra o me sonreía cuando llegaba por la tarde. De forma inconsciente me vi conversando con él en silencio, intercambiando gestos para preguntarle si no tenía frío allí sentado en el suelo o si podía ayudarme a abrir la puerta. Hasta que hoy me he dado cuenta de porqué el chico del zaguán me mira a los ojos, gesticula e interpreta tan bien mis muecas.
"Más rápidas las he visto"

Necesidades: Dinís desde Mozambique




Mientras leo "Resistencia" de Rosa Aneiros, uno de los personajes que describe en su libro se ha metido en mi cabeza y me ha dictado esta carta, el personaje está en Mozambique en las filas portuguesas en un año de los 60:

"As veces isto paréceme estraño, ter isto, isto que coidamos ambos os dous, día a día na distancia, isto que coida de min, da miña cabeza. Non é doado, non, e moito menos na guerra na que os nosos fillos, pais, primos e irmáns se encontran, a mesma que hai un ano separounos levándome ata este inferno. Aquí, enMozambique, non estamos a facer nada, aquí xa hai escravitude abondo coma para vir  aumentala. Vexo os meus veciños violar nenas e maltratar outros homes, trátanos coma se fosen animais ou cans, e só porque teñen a pel escura e falan doutro xeito. Esta xente non ten nada, e o pouco que lles queda, a dignidade, será machucada por nós. Nunca cheguei a pensar nin crer que os meus veciños, eses que teñen fillas e nais poderían facer o que están a facer, son monstros, xa non podo velos como os meus veciños e seguen séndoo. A dor non pasa, só o teu rostro me fai esquecer onde estou, ás veces desaparece a túa cara e o meu corazón acelérase, o medo, sempre o medo a perder a miña guía, os recordos  da nosa vila, a praia, nosos corpos baixo o sol, a tranquilidade, a inocencia que deixei ao teu lado. O noso goberno non sabe ou non quere saber que esta guerra non é nosa, que estas terras non son nosas. Moitos dos homes que o goberno di que están desaparecidos morreron hai meses na batalla, moitos nunca volverán, quizais eu mañá desapareza, se ten que ser así será, pero non quero que esquezas que o único que me mantivo coa cabeza e o corazón cordos foi o teu recordo.Xa non creo na miña patria, nin na 
miña bandeira, nin no meu país, só creo en ti."

domingo, 25 de noviembre de 2012

Necesidades: Amigos para siempre



Paco, Ana y Mariano. Ana, Mariano y Paco. Mariano, Paco y Ana. Un desorden en el orden porque ninguno recuerda con exactitud quién envió a quién la invitación a Facebook. 

Ana tenía una prima lejana, tanto de sangre como en la distancia, pero por ello no dejaban de ser familia así que se tenían en Facebook. Un día, concretamente un domingo tarde deprimente, Ana comentó una fotografía en la que habían etiquetado a su prima. Era la imagen de unas montañas nevadas. Preciosa, se dijo Ana. El autor de la fotografía, Paco, amigo de la prima de Ana, agradeció los elogios de esta última. Intercambiaron varios comentarios sobre el mundo de las instantáneas y en pocas semanas compartían muro, fotos y comentarios. Coincidían en miles de cosas, además del gusto por la fotografía ambos practicaban senderismo cada fin de semana, Ana en la provincia gaditana, Alcornocales y Grazalema, Paco en la provincia de Ourense, por el Invenadeiro y la Enciña da Lastra. En cuestión de dos meses ya se tenían por buenos amigos y hasta se contaban las cosas diarias que los entristecían o les hacían reír. Ambos casados, uno con dos niños, la otra sin hijos y sin ganas de buscarlos. En ningún momento escondieron nada a sus respectivas parejas, porque se consideraron amigos desde el principio, hasta tal punto que pensaron que uno de ellos fuese a conocer al otro en persona y parase en el hogar familiar. Pero esas cosas se dicen y se piensan mucho, y entre medias resultó que Paco, apuntado a un club de fotografía por internet que publicaba una revista mensual, logró hablar por mail con Mariano, el escritor madrileño de uno de los artículos que había leído en el número del mes anterior. De un mail semanal pasaron a dos diarios, al principio hablaban de encuadres, de la luz y de las cámaras que había en el mercado, al final uno de los dos cayó en eso de que tenían Facebook y que allí podrían intercambian imágenes y demás. Claramente Paco le habló a Ana de Mariano y a Mariano de Ana, y en menos de lo que canta un gallo se habían conectado por la red social.
A partir de entonces los tres desarrollaron una actividad frenética en Facebook, parecía que se conocían de toda la vida. Así que después de dos años y medio de conversaciones vía teclado decidieron que tenían que verse los tres, hacer alguna ruta por algún paraje natural, sacar fotos y disfrutar de esa amistad que habían entablado en la distancia.

Quedaron en Madrid, a Mariano le venía perfecto, él se encargó de planificar la caminata por el parque de Peñalara, Paco y Ana irían volando. Al principio era algo extraño, verse en persona los tres, poco a poco fueron cogiendo confianza. 

Ana pensó que eran unos tíos muy majos, con el pequeño detalle de que Mariano fumaba, su coche, su ropa y todo él olía a tabaco, cosa que le repugnaba bastante, porque después de estar un rato juntos ella misma sentía que hedía a tabaco. Además descubrió que Mariano era muy educado, pero justamente con el tema del tabaco no lo era tanto, ya que no pedía permiso para encender un cigarro y echaba el humo como una chimenea hacía sus interlocutores.
"Ya podría  preguntar si molesta"
Paco al menos no fumaba, era más callado de lo que se imaginaba, por Facebook se mostraba más extrovertido, casi podía haberse dicho que era en persona todo lo contrario, tímido. Durante el fin de semana se mostró tan silencioso que a veces ella misma sacaba temas de conversación, esperando hacer más amena la caminata por el monte y los trayectos en coche.
"Pues menudo compañero de viaje"
 Aquello a Ana le desagradó bastante.

A Paco también le dio muy buena impresión tanto Ana como Mariano. Al principio todo iba perfecto, Ana no paraba de parlotear, pensó que era la emoción del encuentro, pero con el paso del tiempo y las horas Ana no callaba la boca, y Paco acabó sufriendo un dolor de cabeza insoportable y deseando que Ana cerrase el pico. No podía con aquella voz de pito.
"¡Qué se calle de una vez, por Dios!"
Mariano al menos era más tranquilo, aunque a veces, según el criterio de Paco, Mariano se mostró un poco perezoso, ya que los cuatro días que estuvieron por la sierra no pudieron hacer excursiones de día entero porque Mariano tenía que volver a la casa rural a hacer su siesta de hora y media. 
"¡Y no podrá dejar la siesta para otro día!"
Aquello a Paco le disgustó bastante. 

A Mariano le agradó su nueva compañía, parecían gente encantadora. Aunque en cuatro días se dio cuenta de que Paco iba demasiado rápido en las caminatas, casi iba tirando de los demás y a él le costaba seguir el ritmo, pensó que Paco no era un tipo que respetase el ritmo de los demás, ni que tuviese en cuenta al otro al ir de senderismo.
"Más empáticos los he conocido yo"
Ella sin embargo parecía simpática, hablaba y reía. Sin embargo durante la convivencia en la casa rural le pareció que Ana estuvo muy pesada cuando le insistía en que fumase fuera de la casa y que recogiese las cenizas del cenicero cada dos por tres. 
"¡Ni que fuera mi madre!"
Aquello a Mariano le enojó bastante.

Al despedirse en el aeropuerto ninguno fue capaz de de decir más allá de lo socialmente aceptado, "Hasta la próxima. Ha sido un buen encuentro.¡Qué bien lo hemos pasado! Tenemos que repetir. Colgaré las fotos por Facebook". Ya en sus respectivas casas contaron a sus respectivos familiares o amigos lo acontecido poniendo el acento en aquellas cosas que molestaron a cada uno de ellos de los otros dos. Nunca ninguno de ellos se sinceró, pero eso sí, siguieron siendo amigos por Facebook.

lunes, 4 de junio de 2012

Necesidades: Sin venir a cuento




Las horas más calurosas del día las pasaba tumbada en la muralla, en aquel recoveco a la sombra nunca sudaba. Las moscas pensaban igual y pululaban junto a ella mientras la brisa del Atlántico hacía de las suyas. Pero aquella tarde la llegada de un barco pirata la sorprendió y todos las aventuras que su abuelo le había contado sobre barcos ingleses atacados volvieron a su memoria. Se alistó haciéndose pasar por chico. Bebió ron, sufrió fiebres, sed y hambre, trabajó como una mula en alta mar, perdió un brazo en la batalla,...

[Pues menuda heroína estoy describiendo, algo así como "nacida para sufrir". Vamos a darle un toque más positivo a la cosa]
Cansada de vagar por los mares y los continentes se casó, tuvo tres hijos, se hizo ama de casa,...
[Voy de mal en peor, mi heroína ahora se ha convertido en una "mari" cualquiera, bueno, manca, pero una "mari" más]

...se hizo ama de casa. Entonces, no sé, entonces no sé qué pasó porque con tantas aventuras tan diferentes mi personaje me ha despistado y no quiere decirme que ocurrió después. Yo creo que se compró un barco y montó su propia empresa pirata-autónoma atacando a ingleses, portugueses y holandeses indistintamente. Hasta que el gobierno le subió tanto los impuestos que su PYME quebró y tuvo que alistarse de nuevo con los piratas malos malísimos, una multinacional. Total, todo un cristo que no viene a cuento.


PD:Este "nanorelato" forma parte de una serie de "Nanorelatos Ilustrados" que estoy fabricando en una página de Facebook (las fotos también son mías), a partir de ahora algunos de ellos los compartiré también por aquí. Saludos.

jueves, 10 de mayo de 2012

Necesidades: De aves


Tiene motivos suficientes para poner el grito en el cielo y mandar a mucha de esa gente literalmente a la mierda. Es injusto, lo sabe, y a cualquiera que se le contara acabaría con el estómago revuelto y con ganas de darles unas patadas o una buena paliza con un palo grande y grueso. Y ya no es por deferencia a su labor y la labor que hacen cuatro más,-cuatro de vientitrés es una estadística que da miedo, pena y acumula tristeza en el corazón-, es por esas aves heridas que llegan al centro de acogida y son mal asistidas, a veces hasta ignoradas. Cada una de esas aves tiene un valor infinito, algunas tienen colores espectaculares, otras son negras como el tizón, son diversas, nerviosas y tranquilas, cantarinas y silenciosas, irrepetibles hasta en la forma de volar. A ella, y a cuatro como a ella, les fascina curarlas, alimentarlas y aprender cada sonido de esos pajarillos para poder acompañarlos en su búsqueda de la libertad. Por eso a veces sueña con un palo de acero y se ve a sí misma haciendo realidad las pulsiones que por vivir en una sociedad de apariencias, es decir, de mierda, tiene que acallar durante el resto de la semana. Otras veces, sin soñar, simplemente despierta, cuando ve a los pajarillos picotear y cantar le entran ganas de abrir todas las jaulas y provocar una fuga en masa. Pero no puede, así que calla y sigue revoloteando.

sábado, 24 de marzo de 2012

Necesidades: Decorando una vida



La televisión estaba allí cuando ella llegó, el alquiler no le resultó caro. Para estar en pleno centro y tener más de doscientos años no está mal, pensó el día que el propietario se la enseñó. En ese mismo instante supo que ese sería su hogar, en unas semanas se trasladó. Necesitó sólo dos días para colocar todos sus enseres, que no eran muchos, tendía a tirar los recuerdos que el resto del mundo guarda, entradas de conciertos, guías de los países visitados, apuntes del trabajo, facturas,...Después de tantas mudanzas, de tantas ciudades recorridas, aprendió que acumular ciertas cosas hacía más trabajosa la marcha a otro lugar.

Al tercer día en su nuevo piso ya tenía claro cuales eran los puntos flacos del sitio, la ducha no cerraba bien, el termo goteaba y a veces las hormigas tomaban la cocina. Pero se hizo enseguida a ellos, se acostumbró a quedar encerrada en la ducha, a ver alguna hormiga subiendo por la pared y a vaciar de cuando en vez el cubo que había debajo del termo.

La televisión seguía allí, sobre un pequeño mueble blanco, frente al sofá del salón en el que pasaba horas leyendo todo lo que caía en sus manos. El piso daba buenas vibraciones a todo el mundo, alguien lo definió como una "casita de muñecas", a ella le encantó que lo describieran así. Hizo algunas reuniones, cenas, meriendas, poco a poco el apartamento se fue completando de diferentes energías, le gustaba llenarlo de gente, escuchar las voces, las risas. Se sentía bien, había hecho una buena elección.

A veces pensaba que podría hacer alguna variación en los muebles, pero nunca se atrevió. El cambio que más le urgía era pedirle al propietario que se llevara la televisión. Nunca la encendía y podría poner en su lugar un bonito jarrón con flores o algunos marcos con fotos. Sabía que el dueño se extrañaría, pero ya había vivido largas temporadas sin tener televisión. Nunca te echaré en falta, le repetía cuando le pasaba el trapo para quitarle el polvo acumulado.

Pasaron los meses y cada vez que veía a su casero olvidaba decirle que se llevase la pantalla. Quizás, aunque no la encienda, me haya acostumbrado al bulto, a ese bulto negro que refleja cada uno de mis movimientos en el sofá, ese bulto que aunque inerte e inactivo parece observarme. Con estos pensamientos le entró un escalofrío, sintió miedo ¿Y si fuese cierto?¿Y si ese aparato estuviera vigilando cada uno de mis movimientos? No puede ser, claro que no. De todas formas ella llamó al dueño y le comentó que si era posible que esa misma tarde se pasara a por la tele. ¿¡¡Cómo!!?¿¡¡¡Quieres que me lleve la tele!!?¿Estás segura? Mira que es una pantalla plana de las mejores. Bueno, como tú prefieras, a mí tanto me da. Y aquella tarde, al fin, vio como tres hombres se la llevaban. Cerró la puerta y suspiró tranquila, le habían quitado un peso de encima. Después limpió el mueble y cogió los álbumes de fotos del armario. Se sentó en el suelo. Seleccionó veinte, todas eran de personas que habían compartido alguna etapa de su vida, gente de las islas, de Bélgica, de Alemania, de Córdoba, de la ciudad actual, gente del pasado que se hacía presente en aquellas imágenes, gente del ahora, que aunque presente en el día a día merecía un sitio en aquel mueble.

Pasó unas semanas recorriendo tiendas de decoración, no pisó Ikea, lo detestaba, se mareaba con tanto pasillo.¿Cómo puedes perderte en el Ikea?¡¡Pero si hay flechas en el suelo que te indican el camino!!!!!, le reprochó un amigo fanático de la tienda sueca. Majo, yo puedo orientarme en una ciudad nueva y en cualquier mapa, pero Ikea es para gente de más nivel. Sin darse cuenta alargó el proceso. Buscaba uno marco concreto para cada fotografía, porque cada una de esas imágenes tenía un carácter propio y por tanto necesitaba un color, un material y un tamaño determinado. Chica, pues no parece que estás decorando el palacio de Buckingham, su amigo el fanático siempre tan ocurrente. Y así se entretuvo meses, danzando entre negocios de todo tipo, desde boutiques de las más refinadas hasta el chino más desorganizado del barrio.

El día que llegó a casa con el último marco en la mano abrió una botella de vino, encendió unas velas y se sentó frente al mueble. Mejor, así está mejor, antes sólo veía un reflejo de mí misma en una pantalla oscura que daba miedo.Ahora os veo a todos, sonrientes, en vuestras casas, con vuestros hijos y amigos, en los bares, en el campo, en la playa, con vuestras mascotas. Entonces entendió porqué nunca había guardado las entradas de los conciertos, las guías de los países visitados, los apuntes del trabajo, las facturas,...

Porque los recuerdos que nos quedarán serán aquellos que estén cerca del corazón.

jueves, 15 de marzo de 2012

Necesidades: Colibríes y tortugas


Juan no se da cuenta, sigue su rutina como si cada día fuese igual al anterior, a veces remarca un cambio de temperatura, sobre todo porque la gente comenta el calor o el frío que hace. Es un tipo esquivo que nunca mira a los ojos pero que todo el mundo respeta por sus formas y su plante, y todo el mundo admira por su capacidad de hacer treinta cosas a la vez y llevarlas a buen término.

Según su esposa Juan es hiperactivo. Se conocen desde el instituto. Ana siempre lo recuerda metido en el club de rol, en el taller de teatro o con el equipo de baloncesto del barrio. Pero al contrario de lo que ella pensó, con el tiempo Juan no dejó de hacer cosas, es más, en cuanto terminaba una empezaba otra sin dejar un momento de descanso. Ana nunca se acostumbraría a ese compás frenético pero aprendió a convivir con el biorritmo de Juan, lo toleraba y hacía lo que podía por seguir el suyo propio. Al tener energías tan dispares tuvieron que buscar un momento del día para poder sentarse juntos, hablar y hacer lo que en ese momento quisiesen ambos, es decir, un momento para la pareja. Así que instauraron por rutina, pero una rutina de las buenas, cenar semanalmente cuatro noches juntos en casa, sin televisión ni nada. En esas cenas siempre salían conversaciones interesantes, porque aunque Ana era más tranquila y hacía menos cosas, sólo trabajaba, su mente siempre estaba dando vueltas a ideas y realidades.

- Hoy he traído una botella de Ribera.-Ana se sienta ante un plato humeante de canelones que Juan ha preparado.

- ¿Y qué estamos celebrando hoy? Lo digo para saber qué decir en el brindis.- Mientras, él sirve las copas.

- Hoy cariño hago el discurso yo. Brindo por las pastelerías, las floristerías y las librerías.- Juan se ríe ante la ocurrencia de su mujer y da un sorbo a su copa.

- Bueno, bueno, ya puedes explicarme ese brindis, seguro que has elaborado una teoría nueva.- Ana se revuelve en su silla, prueba los canelones y se lanza a explicarle su descubrimiento.

- Mi teoría se podría llamar "De tortugas y colibríes" No me mires así, deja que me explique. Esta tarde, al salir de trabajar me he pasado por la librería de Hortensio. Ya sabes que me encanta ir allí, rebuscar entre los libros, perderme en los títulos y de vez en cuando hablar con él. Hoy me he parado más rato de lo normal. Estaba ojeando la estantería de plumas que tiene junto a la puerta cuando entró una mujer más o menos de mi edad. La miré al instante porque llegó como un vendaval, le dijo a Hortensio el libro que necesitaba y le pidió que se lo envolviera para regalo. La mujer no dejaba de mirar el reloj y se retorcía las manos, tenía mucha prisa. Ya sabes como es Hortensio, se toma su tiempo para ir al almacén, da conversación al cliente y envuelve los libros muy bien. Fueron unos diez minutos, no más, y la mujer no dejaba de resoplar. Él mostró los colores de papel de regalo que tenía, ella dijo que cualquiera iría bien. Hortensio lo cortó con extremo cuidado, casi mimando cada movimiento, como si estuviese acunando un niño en vez de un libro. A ella la cara le fue cambiando por segundos, al salir su rostro estaba descompuesto y cerró la puerta con gran ímpetu. Este incidente me ha llevado a la siguiente teoría, creo que hay tres lugares en los que las personas nos transformamos o en tortugas o en colibríes. Son las librerías, las floristerías y las pastelerías lugares en los que el tiempo parece ir por su cuenta, no es exactamente que el tiempo se pare, es como si tuviesen un orden propio en el que las prisas de los colibríes no existiesen o fuesen ignoradas. Este tipo de tiendas, si te das cuenta, la mayoría de las veces está regentado por personas tranquilas, apacibles,que casi como tortugas lo hacen todo muy quedamente. Y en ellas las personas que van con prisas y tienen una vida ajetreada, los colibríes, acaban bufando porque no se dan cuenta de que el tiempo se ha estancado y ni siquiera logran entender que existen personas-tortuga y lugares mágicos.

Los canelones están fríos, el vino casi vacío.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Necesidades: Categóricamente


Yo no entiendo de África, lo más cerca que he estado ha sido Tarifa. Lo único que sé del continente me lo enseñaron los libros de geografía e historia, de los prejuicios se ocuparon los medios de comunicación. Sé que allí se ha sufrido y se sufre mucho, que la gente muere de hambre, de guerras, de sida, allí la gente se muere, se muere, toda, todos, todos no, pero parecen todos. Africanos conozco a muy pocos, algunos adolescentes que llegaron en pateras y pasan por las aulas con más pena que gloria, otros que te venden pañuelos en el semáforo o pulseras en cualquier bar. Sé que además están ellas, las africanas, y aunque lo sepa reconozco que hasta ahí llega mi "sabiduría"

Menos mal que el mundo se mueve y de vez en cuando nos da la oportunidad de ampliar nuestros saberes. Hoy, esta misma noche, he aprendido algo más de las africanas, de ellas. En un bar pequeñito y céntrico de Jerez, uno con techo bajo y de madera donde las tapas y el vino hacen de un miércoles cualquiera un sábado festivo, estaba ella. Toda ella, negra, morena, color café oscuro, pelo rizado corto, llena de curvas por doquier, sentada en la barra con un hombre. Ambos enfrascados en una conversación sobre el jamón con el camarero, tomando vino, haciendo bromas. Ella contando sus ideas sobre nuestro país, ella contando la impresión de su madre cuando probó por primera vez el ibérico. De fondo sonaba música, un cantautor jienense que me cae fatal y adoro sus letras, pero a las letras les perdí la pista, porque la africana hablaba muy alto y sus carcajadas llenaban el local de letras nuevas. Poco a poco me perdí de la conversación ajena y volví a mis interlocutores, hablaban de una crisis y de un sistema que ni yo misma entiendo.

Volví, volví a ellos, y a ella, a su sonrisa, a su adiós al salir del bar, a su sonrisa, a su risa, porque la africana tenía ese gesto absoluto en sus labios que nunca he visto en otras mujeres. UNA SONRISA CATEGÓRICA

jueves, 16 de febrero de 2012

Necesidades: De chapotear


"Es magia, a veces te deja con una sonrisa en la cara, otras con un malestar que no llega a ser dolor pero que sigue ahí durante unos minutos, como el sabor amargo de los medicamentos en la boca.Y es que la manía de mirar lo que hay alrededor y fascinarme no me deja nunca, sobre todo me atrapan las personas y los lugares, la mezcla de ambos es un placer infinito. La magia, vuelvo a la magia, esa que nos regala momentos que jamás se repetirán, que ocurren por casualidad o por destino (para aquellos que crean en él). Magia, magia, sólo hay que esperar el momento exacto para hacerse con ella, o simplemente no esperarlo y lanzarse sin más."

Todos los días la veo, una señora de ochenta y muchos, bien temprano, con su delantal inmaculado y su media joroba, dando pasitos pequeños, inseguros. Todos los días sale con su cubo lleno de agua transparente dispuesta a dejar limpia la acera en la que se encuentra su casa. Da igual que haga frío, ella está allí siempre, a las ocho de la mañana, mojando la calle. Nos hemos acostumbrado a vernos, son sólo unos segundos, nos miramos, nos damos los buenos días y seguimos nuestro camino, yo al trabajo, ella al cubo. A mis espaldas sigo oyendo el chapoteo de sus manos arrugadas echando agua, incluso percibo sus ojos y los de su gato clavados en mí, como si ambos añoraran esos segundos que acaban de pasar. Pero esta mañana la magia no ha tenido contemplaciones y la señora, que se encontraba otra vez lanzando agua con su cubo, me ha saludado mientras yo abría el paraguas que me defendía de la lluvia.

"Somos seres de costumbres, tanto que se nos olvida cuestionar cualquier acto de nuestra rutina y lo hacemos mecánicamente, sin saber cuándo ni cómo empezó,sin saber cómo ni cuándo terminará."

miércoles, 15 de febrero de 2012

Necesidades: Cosas que habitan en los bolsillos de un maestro


Cada vez que voy a poner una lavadora o busco en mis bolsillos un pañuelo me encuentro con alguna sorpresa que me recuerda la jornada laboral con mis enanos. Me ha dado por fotografiarlas, aquí las comparto.
(Habrá más, o eso espero)





domingo, 22 de enero de 2012

Necesidades: ¿Cómo?


Hay un joven con paso perdido y zapatillas gastadas. Hay una iglesia abarrotada,aunque su campanario esté derruido los domingos se viste de gala. Hay tres mujeres en unos bancos maltrechos, los ojos cerrados por el sol sólo se abren al paso de los forasteros. Hay detalles de la plaza que ella olvidó, la memoria es selectiva y se queda con las impresiones, las sensaciones.

Sara tropieza en la acera, mira el implacable suelo y de golpe echa de menos algo, algo tan simple como la tierra, hacía treinta años en la plaza no existía el asfalto, la tierra amarilla era dueña de cada calle y se metía en los pulmones nada más pisarla. Ahora no ve a ningún niño haciendo agujeros y jugando a las canicas, no encuentra ningún vendedor de regaliz, no oye el crotorar de las cigüeñas,... "¿Dónde han ido todos?" Lo piensa, y sin pensarlo lo dice en alto. Paula la mira de reojo y responde no sin cierta ojeriza:

- ¿Crees que sólo tú tenías derecho a marchar?.- El silencio se apodera del paseo. Ambas están perdidas en los recuerdos, risas, carreras, peleas, niñas que eran.

- No, a todos se nos supone libres, pero pensaba que el pueblo no cambiaría tanto.

- El pueblo sigue casi igual, yo lo veo todos los días igual, quizás eres tú la que ha cambiado.- Suben la colina, desde allí pueden divisar hasta el mar, la parte vieja, la plaza. Sara nota cierta rigidez de Paula, Paula nota cierta tirantez de Sara.- Bueno, cuéntame, ¿cómo se vive en esa ciudad siendo maestra de ese tipo de niños?.-Sara, con los ojos cerrados responde casi en susurro.

- Se vive bien, los niños se hacen querer, son unos supervivientes natos. La ciudad es más dura, a veces me siento bien en ella, otras me gana y me mando a mudar al campo a caminar.- Paula le habla de sus hijos, de su marido, ¿será feliz?, al menos sonríe mostrando unas bellas arrugas. Se cuentan el presente intentando obviar el pasado.Pasan la tarde por las calles, las vecinas que las ven las señalan y murmuran. Paula se pone nerviosa pero su amiga toma la iniciativa y se marchan en coche a la playa. Allí el viento se ha levantado, las olas golpean unas rocas erosionadas, el olor a sal inunda todo. Caminan con paso lento, saben, presienten, que ha llegado el momento de sacar las cosas del baúl, ninguna sabe cómo empezar.

-¿Recuerdas cuando jugábamos toda la chiquillería en las rocas? Yo no olvido el día que Juanita, la del panadero, cayó de bruces y se partió la mandíbula.

- Claro que lo recuerdo, menuda bronca nos comimos después, siempre nos habían prohibido jugar en las rocas. Pero éramos una "trupe" de desobedientes, y ahora que veo las rocas nuestros padres tenían razón, es una zona muy peligrosa.

-Sí, pero sin esos juegos no habría sido lo mismo.

- Habríamos inventado otros igual de peligrosos.- Ríen al unísono, los nervios aminoran en cada carcajada. Paula se atreve con el primer dardo.

- ¿Por qué me abandonaste?.- Sara deja de reír y se sorprende dándole explicaciones que se había jurado no dar.

- No podía seguir aquí, siento cariño por el pueblo, por ti, por la infancia en común. Pero nada más, Paula, nada más. Igual que tú eres feliz aquí yo me habría marchitado de tristeza.- Asoma una lágrima en los ojos de Paula.

- ¿¡¡¡¡Quién te ha dicho que yo no me he marchitado!!!!!? Tus cartas, he recibido cientos de tus cartas, todas desde el extranjero, todas llenas de cosas que yo nunca llegaré a ver. Sí, tengo unos hijos, pero todos han crecido y se están buscando la vida, vale, tengo una marido, un marido que ni me mira. Sara, ¿por qué te marchaste sin mí?- Sara piensa, callada piensa, puede tomar dos caminos, el sencillo o el difícil. Se decide en segundos, las rocas siempre fueron el mejor lugar para jugar.

- Pudiste tomar la iniciativa en cualquier momento, pudiste marcharte. Yo con quince años no podía hacerme cargo de otra persona, ni siquiera de mí misma. No se te ocurra culparme de tu infelicidad, mira ahí dentro, piensa en las decisiones que has tomado, y si todavía te sientes con fuerza cambia lo que no te guste. Pero no se te ocurra señalarme, lo único que hice fue buscar y arriesgar.- Paula llora desconsolada. Sara, a pesar de haber decidido el camino de las rocas y haberse mostrado implacable la abraza fuertemente, pasan una hora sin pronunciar palabra, escuchando al mar entregándose a la tierra, rozando un pasado que no podrán cambiar.