martes, 22 de diciembre de 2009

Necesidades: Raúl y su camino.

Tomó el último metro de la noche, el de las 2:00, había pensado que no llegaría a tiempo, pero allí estaba, sonriente viéndose reflejado en el sucio cristal de la ventana mientras aquel trasto avanzaba bajo una ciudad dormida. El concierto fue un éxito, el montaje había salido a pedir de boca, una medalla más en sus victorias personales. La máquina seguía avanzando. El resto del grupo se quedó a celebrarlo, dijeron que sólo una cerveza, pero Raúl ya sabía que eso significaba varias cervezas y tenía muchos planes para el día siguiente, Pablo, sus libros, unas llamadas. Vivir unas cosas significaba perderse otras, a él le importaba un pimiento la celebración que se iba a perder esa noche.

Subió el portal a oscuras, conocía cada rincón de aquel edificio demasiado bien, treinta y tres años en él lo avalaban. Al llegar a la cuarta planta y sacar las llaves oyó unos pasitos; parecían de un gato. Se giró y descubrió en la oscuridad los ojos de un animalillo, parecía un perro, estaba quieto, pero no se asustó ante Raúl. Miró con más intensidad aquel ser, se percató de que no era un perro sino un zorro. El animal echó un último vistazo y se dio la vuelta. Desapareció por el pasillo. Raúl se frotó los párpados, habría sido un sueño, era imposible que hubiese un zorro suelto en pleno Madrid.

Sábado por la mañana llegó con todas sus satisfacciones expuestas; preparó el desayuno para Pablo y le hizo el amor, escucharon la radio. Durante el resto del día bajaron a la piscina y fueron al centro a por los libros que habían encargado la semana anterior. Por la tarde lo llamó Susana, la vocal del grupo, los propietarios del bar querían que repitiesen el concierto el viernes próximo. “Claro que sí, estoy deseándolo”. Una razón más para sonreír en el trabajo durante la semana. De lunes a viernes Raúl aseguraba coches, casas, propiedades y vidas en una empresa grande y putrefacta, pero era su medio de vida, tenía que ir impecablemente vestido y ser impecablemente amable. Mientras siguiese tocando los fines de semana en los bares y Pablo estuviese a su lado aquel trabajo no podría con él ni con sus ganas de vivir.

El jueves su jornada laboral se alargó por unos fallos en la contabilidad de algunos seguros. A las nueve terminó y su jefe le dio permiso para salir, decidió ir a casa caminando, disfrutando de cada paso. Ya estaba cerca el fin de semana, rebosaba alegría. Atravesó el parque, a esas horas, aunque oscuro era seguro. De nuevo se giró sobre sí y vio aquellos ojos pequeños bañados por la noche, el mismo zorro de la otra vez se acercaba a él olfateando el aire. Era extraño, ¿lo que estaba viendo era real?

El intento de acercamiento no habría servido de nada, a los pocos segundos el animal ya se había dado media vuelta. Apesadumbrado Raúl siguió su camino, “¿Y si ese animal se ha escapado de algún zoológico?, ¿es posible que haya bajado desde la sierra y haya cogido el camino incorrecto?” Con estas palabras en su cabeza llegó al piso, le explicó a Pablo lo ocurrido. Pablo encontró otra explicación “Alguien que lo tenía como animal de compañía de forma ilegal lo ha abandonado”.

El viernes volvió a tomar el último metro. Otra vez había sido un éxito, el bar lleno de gente; el público tarareaba sus canciones, conocían sus canciones, además el dueño del local quería contratarles para una sala de conciertos que tenía en Zaragoza. Llegó al portal con ganas de contárselo todo a Pablo. Pero esta vez se acordó del zorro y pulsó el interruptor del cuarto piso, la luz no se encendió, estaba fundida. “Menuda suerte”. Al llegar a la puerta oyó los singulares pasos de aquel animalillo a sus espaldas. Esta vez no se dio la vuelta, quería cerciorarse de que lo que veía era cierto. Como la luz del portal no funcionaba abrió la puerta de su vivienda y con rapidez encendió la luz esperando que iluminara al zorro. Sentía la respiración del zorro justo detrás de él. Al girarse lo único que vio fue su propia sombra. El animal había desaparecido por completo. Respiró resignado.

En el dormitorio encontró una nota, en ella Pablo se despedía, le pedía perdón, le había dejado de querer. Apagó la luz, Raúl se sintió abandonado, respiró resignado.

No hay comentarios: