martes, 8 de diciembre de 2009

Necesidades: Miedos.


- ¡Ah!, el reportaje del que te hablé no era de Senegal, era de Sierra Leona.
- ¿De Sierra Leona? Yo trabajé en un centro de menores, con chavales de Sierra Leona.
- Tuvo que ser duro.
- Sí. Un día acabé encerrado en el despacho. Allí conocí a mi mujer.

*

Su primer día en el centro, un domingo desapacible, nublado; le había tocado el turno de tarde, casi todo el día allí metido. La tensión en aquel lugar era una constante, las rivalidades entre marroquíes y saharauis la causante. Él ya había vivido situaciones difíciles, pero nunca había visto agresiones entre chavales, robos y amenazas. Pero era joven, por aquel entonces creía en el buen hacer del ser humano, en su capacidad de reinventar el destino, destinos marcados por comienzos truncados.
Ese mismo día habían llegado los de Sierra Leona, eran cuatro, entre catorce y dieciséis años. Hablaban entre ellos mientras miraban a las personas y cosas que los rodeaban. El resto de muchachos quisieron fastidiarlos comprobando los límites de los residentes "novatos". Y aquel fue el punto de inflexión, del cenit podría decirse. Los chicos de Sierra Leona pusieron el centro patas arriba, los demás no se quedaron quietos, colchones quemados, muebles y cristales reventados. Él encerrado en el despacho del director llamando a todos los números de emergencia existentes. Oía golpes y gritos al otro lado de la pared, era la primera vez que temía por su vida. Entonces la vio, tumbada en el sofá del despacho, una belleza morena, relajada, dormida.
"¿Y ésta?,¿quién carajos será?" Posó su mano sobre el hombro de la mujer. Ella abrió los ojos, desconcertada, ruido de fondo y un hombre de no más de treinta que le hablaba.

- ¿Qué haces aquí?- notó su propia voz, ya no temblaba. Verla allí lo calmó, de golpe olvidó el peligro.

- ¡Dios! Me quedé dormida. Estaba esperando a Emilio para hablar de los horarios. Y tú seguramente eres el nuevo -. Un batacazo, algún armario derribado en el suelo -. ¿Qué es ese jaleo?.

Él le explicó como había comenzado todo, en el salón, los antiguos comprobando la resistencia de los nuevos. Se habían peleado, volaron sillas. El resto de educadores salieron por la cocina. Él se había quedado paralizado, cuando reaccionó ya era tarde para salir, se metió en el despacho.

Pasaron cuarenta y cinco minutos allí encerrados, nerviosos y observándose, cuarenta y cinco minutos cruciales para sus vidas, esperando.
Cinco años después tenían una hija, el miedo coexistía.

2 comentarios:

César dijo...

...¿a qué me suena esta historia?. Conseguirás hacer lo que todo escritor persigue, cambiar la verdad, la verdadera historia, por la que cuenta en sus novelas, y si no que le pregunten a Reverte, mira este enlace(http://xlsemanal.finanzas.com/web/firma.php?id_edicion=4727&id_firma=9891).

El relato magnífico. Besos

Recuerdos perdidos dijo...

Leí el artículo de Reverte, un encantador de serpientes.

Mis relatos, si así pueden llamarse, se alimentan de la realidad, la imaginación hace el resto.

Saludos, y gracias por darme ideas para escribir.