martes, 1 de diciembre de 2009

Necesidades: Cuadros.

Llego todos los días sudada, la vuelta del trabajo en bicicleta se hace dura, sobre todo por el tráfico. Subo las escaleras como una colegiala, volando, a esa hora siempre estoy hambrienta. Saco las llaves de la mochila y antes de abrir giro mi cabeza, abajo, en el patio, hay una imprenta. Por la ventana se puede ver a un muchacho, joven, no más de treinta. Está sentado, toda su atención puesta en la pantalla del ordenador. Desde aquí arriba no me ve, lo observo unos segundos. "¿Cómo será trabajar todo el día ahí encerrado, sentado, delante del ordenador?". Descubro sus ojeras, aunque también he descubierto sus ojos profundos y su pelo negro; disfruto de esos momentos, como si estuviese ante un cuadro de Gustav Klimt.

*

Quedan diez minutos para cerrar el chiringuito, el reloj se hace lento. La última media hora es pesada en la imprenta y mi estómago está hueco. Sentado en el ordenador miro los últimos encargos, pocas ganas de hacer más, pero la jefa está clavando sus ojos en mi nuca. Oigo una puerta, es del portal, desde mi ventana la puedo ver. Entra una muchacha con una bicicleta, lleva un casco en la mano. Su cara me suena de algo. "No sé, la habré visto otro día en el bloque". Abre el buzón, su pelo castaño brilla, el rostro cansado, cansado y precioso. Gozo del instante mientras ella ojea sus cartas, dedos muy finos y piel muy blanca, podría decirse "La joven de la perla" de Johannes Vermeer. Vuelvo a mi ordenador, el fondo de pantalla ha desparecido, "El beso" de Klimt se esfumó.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante.

César dijo...

Me ha encantado, que bueno.

Recuerdos perdidos dijo...

Gracias.
Me encanta ver a gente como vosotros por aquí.