
Después de aquello Julia se esfuerza por entrar en el mundo de Sandra. Le parece una persona fuera de lo común, le llama la atención su soledad. Primero cambia su puesto en el trabajo, pasa de la mesa tres a la veintisiete, al lado de Sandra. Piensa que tantas horas darán para hablar mucho; inocente, en un mes no consigue ni un mal chiste. Así que decide volver a casa todos los días con ella en el coche. Pasan los semanas y Julia no logra nada, se siente imbécil, cree que está perdiendo el tiempo, “¡Será capulla esta tía!, ¿quién se habrá creído que es?¿Lady Di o Ana Rosa Quintana?”.
Y justo el día que piensa abandonar e irse a casa andando la otra la llama, “¿Tienes un cigarro”. Se quedan apoyadas en el coche, mirando a las demás salir juntas, como un gran equipo.
5 comentarios:
Muy bueno. El de "los raros" es un gran tema. Todos somos raros para alguien. Los prejuicios, que todos tenemos, nos sirven para filtrar. Y, con frecuencia. filtramos mal: se nos escapan los que merecen la pena, y nos quedamos con los que deberíamos desechar.
Un saludo.
No podemos quedarnos con todos, alguno que otro se nos escapa.
Un saludo.
Siempre me gustó la gente rara; lo convencional ya lo conozco demasiado.
Vanessa, ¿quién nos exime de estar en el saco?
Un saludo.
Cada uno decide si quedarse dentro o fuera del saco...
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