martes, 4 de diciembre de 2012

Necesidades: De trotar

Alpes alemanes
Dilata el tiempo, lo extiende jugando con las gotas que caen del árbol, ahora pongo la mano, ahora la cabeza. Mojarse mola, salta de arbusto en arbusto, las últimas lluvias han dejado un verde vivo en el suelo y un azul sagaz en el cielo. Si viviese en un país del sur sería primavera, pero ella está más al norte, allá en las montañas, verano, es verano. Rueda desde la cima, se deja caer, risueña, niña que sigue siendo, aunque nacida en 1880 sigue siendo niña. Porque los libros son libros y el anime anime, y la tele la tele, y entonces en 1974 algo pasó por la mente de un japonés y aquello ha marcado generaciones en nuestro país y parte del universo. Ella sigue allí riendo de todo y dejando de llorar para hacer reír al otro, tierna, siempre infantil. A veces discute con las vacas, sí, son gordas y no se mueven, y la leche mi abuelo la prefiere de cabra, piensa mientras evita un grupo de ellas. Les saca la lengua y les palmea el lomo, anda moveos, vagas que sólo sabéis pacer y mirar con cara de malas pulgas a los pocos que pasamos por aquí, además de las cacotas, que ando siempre pisando algún regalito vuestro. Pasa de largo y brinca un poco más abajo, allí su amigo, ese inseparable que también es medio niño la espera. Entre risas pasan el día, llevando el ganado por toda la montaña, divisando las otras y leyendo los movimientos de los pájaros. El tiempo va a cambiar esta misma tarde, su amigo podría haber trabajado en el telediario  o como científico en alguna universidad prediciendo el clima, podría y todavía puede, pero no quiere. Inseparables, son los únicos niños del lugar, eternamente lo serán para nosotros. Sólo un viejo serio de barba blanca, y un perro, y una cabrita, y un pajarito, y esa infancia que queda entre dicho porque cada vez queda más lejos, más difusa, distraída, la olvido, se deshace, dibujos, canciones, olores, meriendas, el barrio,...

No hay comentarios: