viernes, 18 de enero de 2013

Pretérito presente III (3ª parte)



- Dicen que la pieza les llega mañana. Unos doscientos o trescientos euros. En un hotel cerca del taller, a las afueras del pueblo. Tranquila, la habitación tiene aire acondicionado. Pues todavía me quedan unos quinientos kilómetros más. Desde el bar del hotel. Es que me quedé sin batería en el móvil. Te quiero, te digo, pero ya  has colgado, me siento colgado en este tugurio, el limbo podría ser así, un hotel de carretera de mala muerte en verano, con el coche en el taller esperando un permiso para ir al cielo, al infierno o a donde quiera que vayamos después de este cuento.
Te quiero Esther, ¿no me oyes? Al otro lado un sonido repetitivo me dice que no, que no me has oído. Te preguntaría si me echas de menos, pero soy cobarde cariño, nunca me pareceré al ogro. Quizás a la hora de ir a dormir, a la hora de dejar tu cuerpo abandonado en el sofá o la cama, Esther,quizás esta noche cuando mi respiración no lo la sientas te des cuenta que falto en casa. Esa casa con sus cuatro dormitorios, salón comedor amplio, cocina de lo más moderna, patio con jardín, salvaje que está porque al final ninguno tenemos tiempo para quitar hierbas y dejar crecer las flores, un garaje con dos plazas,... Admirable, una obra de arte enorme y preciosa pero difícil de calentar en invierno y de refrescar en verano. No era eso, no, no era eso, no era eso. Me quedo unos segundos con el aparato en la oreja esperanzado en que hayas oído mi te quiero y te hayas emocionado e incluso me hayas respondido con un "y yo a ti, mi amor". El sonido revuelve mi anhelo, me cabrea, termino por colgar el aparato que se traga unas cuantas monedas de más. Soledad de bar de carretera, mi cabeza dando saltos.

¿Ves, mamá? Soy un animal de costumbres y me he habituado a ella, a su silueta llena de redondeces, a sus suspiros, a sus miedos, a sus nervios,...Nervios, mamá, nervios es lo que tengo, no, rabia, era la rabia, bruja, que no sé nada de ti,¿dónde andarás? Esther te gustaría, sí, es tozuda como un borrico, un asno. Pero por eso es quien es hoy, empresaria mamá, gana muchos miles anuales, muchas horas de esfuerzo y sueño perdidos, sueño, ¿qué es eso?¿dónde quedó su sueño? El mío, el nuestro, los sueños, sueños son, la vida es sueño y Carpe Diem. Por eso te fuiste, ¿verdad, bruja? Por ese sueño, por librarte del ogro. Pues yo también me libré, años más tarde, a los dieciocho. Además de al ogro, dije adiós al Pedroso, al enano, a Lucita,...Personajes, personas, seres humanos con sueños propios, propietarios, minifundista, corazón minifundista.

Ahora vuelvo al exterior, al bar del motel en el que pasaré la noche. Hay aire acondicionado, le dije a Esther, haberlo hay pero no funciona. Las moscas vuelan y se dejan llevar por el ventilador, juegan con la corriente de aire, caliente, ardiente, aire. Pido una cerveza bien fresquita, no puedo con los treinta y siete grados. El camarero me sirve una jarra y un café solo. ¿Yo he pedido esto? Sí, señor, pidió las dos cosas. Tiene su lógica, mi lógica ilógica. Que sí Paula, te lo explico, que es por la tarde, la hora del café, pero resulta que tembién es verano y el verano pide a gritos una Cruzcampo bien fresquita.Primero la cerveza y luego el café. Ella, Esther, diría algo como que estoy como un cencerro, mamá, Paula, bruja. La calor me agota, las moscas atontadas me agotan, el ruido del ventilador, el resumen del Tour, algún español que consigue algo amarillo, alguno dopado. Sí, dopada, vida dopada, podría decirse que casi me intoxico. Esas máquinas que nunca me gustaron me persiguen, quizás sean ellas las que me despiertan en mitad de la noche y me provocan pesadillas. ¿Ves, Esther? No hay otro camino, tengo que cambiar mi dirección, si hubiese otro camino, el de las diez horas de tóxicos no es apropiado, que allí no hay brujas ni enanos, ogros sí, ogros siempre habrá. El camarero ahora me ha traido un bocadillo de tortilla, ¿he pedido algo más? Por lo que se ve una tapa de calamares fritos. Me asombro, ¿o no? Estoy perdiendo memoria del ahora, las cuatro cervezas que llevo ayudan a perderla, tengo que encontrar ese otro camino.Pero ahora sólo hay tres viejos en la barra ,cada uno con su vino, y algunos camioneros indecisos, a ver quién es el guapo que se sube al camión con 37º. Yo apuesto.Todos sudan, yo, los viejos, el camarero, los camioneros, las moscas, el del maillot amarillo.

Sudo, lo pienso, otra cerveza, esta vez sí, me acerco al teléfono, meto unas cuantas monedas.Te quiero, Esther, esta vez no te doy tiempo a colgar, respondes que llevas prisa, que tienes una de esas reuniones de seis cifras, sí, claro, te entiendo, entiéndeme tú a mí, mi padre, sí, el ogro, murió, vuelvo a mi infancia, al pueblo, al enano, a Lucita, a los libros del ogro que no eran del ogro. Me hubiese gustado que vienieras, que me acompañaras. Que sí, que te entiendo, que no podías dejar el trabajo, claro, cariño, no, no te echo nada en cara, si eres mi sol. ¿Que si he bebido? Un poco, no cuelgues, sólo lo justo para ser valiente y decirte que te necesito.

3 comentarios:

Nano dijo...

Precioso. Conmovedor. Maravilloso.

Anónimo dijo...

Me encanta. Es para que te subas a la parra. Pero no lo hagas. Pasa por debajo.

Recuerdos perdidos dijo...

Anonymous, siempre pasaré por debajo de la parra, a ciertas alturas le temo ;)

Nano, no vale, tu opinión es subjetiva :P