domingo, 22 de enero de 2012

Necesidades: ¿Cómo?


Hay un joven con paso perdido y zapatillas gastadas. Hay una iglesia abarrotada,aunque su campanario esté derruido los domingos se viste de gala. Hay tres mujeres en unos bancos maltrechos, los ojos cerrados por el sol sólo se abren al paso de los forasteros. Hay detalles de la plaza que ella olvidó, la memoria es selectiva y se queda con las impresiones, las sensaciones.

Sara tropieza en la acera, mira el implacable suelo y de golpe echa de menos algo, algo tan simple como la tierra, hacía treinta años en la plaza no existía el asfalto, la tierra amarilla era dueña de cada calle y se metía en los pulmones nada más pisarla. Ahora no ve a ningún niño haciendo agujeros y jugando a las canicas, no encuentra ningún vendedor de regaliz, no oye el crotorar de las cigüeñas,... "¿Dónde han ido todos?" Lo piensa, y sin pensarlo lo dice en alto. Paula la mira de reojo y responde no sin cierta ojeriza:

- ¿Crees que sólo tú tenías derecho a marchar?.- El silencio se apodera del paseo. Ambas están perdidas en los recuerdos, risas, carreras, peleas, niñas que eran.

- No, a todos se nos supone libres, pero pensaba que el pueblo no cambiaría tanto.

- El pueblo sigue casi igual, yo lo veo todos los días igual, quizás eres tú la que ha cambiado.- Suben la colina, desde allí pueden divisar hasta el mar, la parte vieja, la plaza. Sara nota cierta rigidez de Paula, Paula nota cierta tirantez de Sara.- Bueno, cuéntame, ¿cómo se vive en esa ciudad siendo maestra de ese tipo de niños?.-Sara, con los ojos cerrados responde casi en susurro.

- Se vive bien, los niños se hacen querer, son unos supervivientes natos. La ciudad es más dura, a veces me siento bien en ella, otras me gana y me mando a mudar al campo a caminar.- Paula le habla de sus hijos, de su marido, ¿será feliz?, al menos sonríe mostrando unas bellas arrugas. Se cuentan el presente intentando obviar el pasado.Pasan la tarde por las calles, las vecinas que las ven las señalan y murmuran. Paula se pone nerviosa pero su amiga toma la iniciativa y se marchan en coche a la playa. Allí el viento se ha levantado, las olas golpean unas rocas erosionadas, el olor a sal inunda todo. Caminan con paso lento, saben, presienten, que ha llegado el momento de sacar las cosas del baúl, ninguna sabe cómo empezar.

-¿Recuerdas cuando jugábamos toda la chiquillería en las rocas? Yo no olvido el día que Juanita, la del panadero, cayó de bruces y se partió la mandíbula.

- Claro que lo recuerdo, menuda bronca nos comimos después, siempre nos habían prohibido jugar en las rocas. Pero éramos una "trupe" de desobedientes, y ahora que veo las rocas nuestros padres tenían razón, es una zona muy peligrosa.

-Sí, pero sin esos juegos no habría sido lo mismo.

- Habríamos inventado otros igual de peligrosos.- Ríen al unísono, los nervios aminoran en cada carcajada. Paula se atreve con el primer dardo.

- ¿Por qué me abandonaste?.- Sara deja de reír y se sorprende dándole explicaciones que se había jurado no dar.

- No podía seguir aquí, siento cariño por el pueblo, por ti, por la infancia en común. Pero nada más, Paula, nada más. Igual que tú eres feliz aquí yo me habría marchitado de tristeza.- Asoma una lágrima en los ojos de Paula.

- ¿¡¡¡¡Quién te ha dicho que yo no me he marchitado!!!!!? Tus cartas, he recibido cientos de tus cartas, todas desde el extranjero, todas llenas de cosas que yo nunca llegaré a ver. Sí, tengo unos hijos, pero todos han crecido y se están buscando la vida, vale, tengo una marido, un marido que ni me mira. Sara, ¿por qué te marchaste sin mí?- Sara piensa, callada piensa, puede tomar dos caminos, el sencillo o el difícil. Se decide en segundos, las rocas siempre fueron el mejor lugar para jugar.

- Pudiste tomar la iniciativa en cualquier momento, pudiste marcharte. Yo con quince años no podía hacerme cargo de otra persona, ni siquiera de mí misma. No se te ocurra culparme de tu infelicidad, mira ahí dentro, piensa en las decisiones que has tomado, y si todavía te sientes con fuerza cambia lo que no te guste. Pero no se te ocurra señalarme, lo único que hice fue buscar y arriesgar.- Paula llora desconsolada. Sara, a pesar de haber decidido el camino de las rocas y haberse mostrado implacable la abraza fuertemente, pasan una hora sin pronunciar palabra, escuchando al mar entregándose a la tierra, rozando un pasado que no podrán cambiar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y si la memoria no ayuda? Algunas veces es una rémora para vivir.

Bonita historia. También es tierna.
Un beso.

Recuerdos perdidos dijo...

¿Una rémora, un ancla, un impedimento para seguir creciendo? Puede ser, puede no ser, depende del pasado que uno recuerde, depende del pasado que nuestra memoria nos deje recordar.
La mía me engaña seguro, lo sé porque me hace feliz volver a ella.
Besos

Erelea dijo...

Lo malo de estar mucho tiempo sin añadir entradas es que las visitas se espacian más de la cuenta y no nos enteramos de que ¡vuelve a haber vida!

Leo tu historia y pienso que "el marchitarse" tiene mucho que ver con la forma de afrontar la vida de cada uno. Bastante más que donde la vive. Estemos donde estemos tenemos que plantear estrategias antimarchitamiento: familia, amigos, aficiones, trabajos... cualquier cosa que nos mantenga con los ojos abiertos y ganas de vivir. Cada persona debe buscar su camino. Si hay compañía espontánea mejor, pero nunca a la fuerza, por eso los reproches casi nunca sirven para nada.

Un saludo, Carmela.

Recuerdos perdidos dijo...

"Estrategias antimarchitamiento", me encanta.
Saludos Erelea.

PD: Me gustó mucho el Girasol, muy alegre.