lunes, 17 de enero de 2011

Necesidades: El Pitos V

La ducha lo relajó. Se sentó en el sofá del pequeño salón y tomó una botella del armario. Era whiskey del bueno, Doña Elisa se estaba portando muy bien con él. Se sirvió un trago y se puso la ropa nueva que había en el armario; pantalones negros, camisa blanca y chaqueta oscura. Se miró en el espejo, afeitado, con ropa nueva y limpio parecía un hombre adinerado. Estaba perfecto para ir al prostíbulo La Paquita; pensó que Don Alonso la noche de su muerte podía haber enseñado y hablado sobre las fotos a alguna de las chicas que allí trabajaban. Así que no le quedaba más remedio que irse de putas.

Tardé cinco minutos en habituarme a la oscuridad. A la derecha, un microescenario decorado con cortinas de terciopelo y luces rojas acompañaba a una chica de unos dudosos dieciocho años que contoneaba su cuerpo semidesnudo. Delante, varias mesas repletas de hombres rechonchos que no perdían detalle del espectáculo. A la izquierda una barra alargada con unos cuantos clientes que conversaban con las chicas. Me posé en la esquina de la barra, sólo llevaba unos minutos y me picaban los ojos del humo. Antes de pedir una copa ya tenía a un escotazo bajo mis narices. Era una morena con una voz mecánica, nada estimulante para mí. Nos sirvieron unas copas, claramente me tocó pagar. Mientras conversé con aquella chica de banalidades varias observé el panorama. La camarera parecía la más mayor de todas, unos 43 años; pelo negro, un mechón azul caía en su frente, con ojos muy expresivos, esta cara me era familiar, pero como veo a tanta gente en las calles pensé que sería casualidad. No quitaba ojo de los movimientos del resto de chicas. Contestó a un interfono que estaba situado al lado de la caja registradora, mientras lo hacía giró la cabeza mirando la esquina derecha superior del escenario. Después desapareció por una puerta que se encontraba detrás de la barra y dejó encargada a otra. Mi escote comenzó a aburrirme muchísimo, además yo estaba allí para intentar hablar con la última chica que trató con Don Alonso antes de morir.

“Papito, ¿qué te parece si bailamos un ratito?” Mi escote se empezó a rozar demasiado. “Mira, me pareces encantadora pero busco a otra chica” en ese momento su mirada se llenó de odio. Comprendí que había dicho las palabras erróneas. De golpe su sonrisa se tornó dulce“¿Tan poco sexy me encuentras papito lindo?” susurró acercando sus labios a mi oído. No tenía ganas de andarme con rodeos así que decidí el camino más corto “No es eso, es que simplemente no te encuentro sexy, no me la pondrías dura ni aunque quisieses” “Serás maricón, hijo de puta…” elevó la voz, pero la música estaba tan fuerte que nadie se dio cuenta. La cogí de los brazos y le susurré “Anda mamita linda, dime a quién se tiraba Don Alonso, el que murió esta semana. Siempre me habló muy bien de este local, pero sobre todo de una de las chicas con las que se veía asiduamente. Quiero festejar su despedida a lo grande” Se tranquilizó “Haber empezado por ahí pedazo de capullo. Se llama Sonia. Es aquella.” Me fui a levantar para buscarla pero el escotazo me frenó “Tranquilo cabrón, no ves que está tratando con otro cliente, con Pepín. Iré yo. Si al Pepín le gusto más, lo arrastraré hasta una mesa y ella vendrá enseguida contigo. Si no le gusto más, tendrás que esperar a que acabe con ese y te aseguro que ese va para rato” Sin esperar mi respuesta se dirigió a por la pareja. Entabló conversación con ellos. Me miraron, se echaron a reír. A los cinco minutos Sonia se deslizó a mi lado. Tenía cara de mujer fatal. “Pitos ten cuidado que esta se las trae” Pelo rubio de verdad, ojos profundos y perdidos, labios sensuales y un cuerpo perfecto, llena de curvas.

“Me gustaría ir directamente al grano” ella no se sorprendió en absoluto de mi petición. Me pidió que la siguiera. Atravesamos toda la sala, entramos en un pasillo oscuro y maloliente. Subimos a la segunda planta. Un tipo enorme, fornido y con cara de perro agresivo esperaba en el rellano. “La habitación número 8” Le entregó una llave a Sonia mientras me miraba de pies a cabeza. “Siga, es la siguiente puerta a la derecha, tome la llave, ahora mismo le alcanzo” Por primera vez me di cuenta de que su acento era del este, de alguno de esos países a caballo entre Alemania y Rusia. Seguí sus indicaciones y entré en la habitación mientras ella se paraba a fumar un pitillo con aquel orangután salido de algún zoológico. Acerqué mi oreja a la puerta de forma instintiva dejando la puerta entreabierta.

- Es nuevo, ¿sabes algo de él?- era el orangután el que interrogaba.

- Sólo que le gustan las rubias como yo porque no ha querido nada con La Chunga, y que no estaba dispuesto a hacer un cuarteto con nosotras y el Pepín.

De aquello deduje que el escotazo era La Chunga y que Sonia tenía alguna razón para mentir y no hacer alusión alguna a mi petición y despedida del difunto Don Alonso. Silencio y unos pasos se acercaban, Sonia había terminado de pasar el control.

Me quité la chaqueta y me senté en la cama.

- ¿Qué servicio quieres? Cobro por tipo de servicio y hora- se sentó en un sillón frente a mí con sus piernas desnudas entrecruzadas.

- Bueno, primero charlemos un poco. Vengo a recordar a mi amigo Alonso y creo que tú fuiste la última que se acostó con él- su mirada me rehuyó y se acomodó sobre un paquete de cigarrillos que había sobre la mesita.

- ¿Quiere un cigarro? Invita la casa.- negué con la cabeza sin poder retirar mis ojos de su rostro, no había emoción aunque sí dolor- Lo siento pero usted se ha equivocado de lugar. Aquí no se mantienen conversaciones, se folla y punto- parecía muy segura, su voz era fría, fumaba muy despacio, disfrutando cada calada. Mantuve el silencio durante unos instantes, necesitaba pensar; no iba a ser fácil sacarle información.

Me acerqué a ella, le abrí las piernas, me arrodillé y la besé. Su lengua era vivaz, me excitó como a un adolescente en su primera noche. Fue un beso largo, increíble, era una buena profesional. Ella abandonó el cigarro. Acaricié su rostro. Nos levantamos. Me dirigí al baño, necesitaba enfriarme un poco sino acabaría en la cama con ella sin sacar ningún tipo de información, tenía que controlar la situación.

1 comentario:

Miguel dijo...

Buen relato. Escrito con intensidad y soltura. La cosa promete. Espero nuevas entregas.

Un saludo.