jueves, 31 de enero de 2013

Pretérito Presente VI (6ª parte)


La plaza está igual, más vacía, sólo más vacía. Algunas cuevas han desaparecido, otras se caen a pedazos, el tiempo les está ganando la mano entera. El olor es el mismo, abandono descuidado, algún perro sarnoso, son las cuatro de la tarde y lo único que está en su esplendor es el sol, quemando una tierra ya de por sí seca. Le divierte ver la cabina de teléfono de la plaza, descolorida y con varios cristales rotos hace mención a otra época, otras épocas, todo es pasado. Deja el coche en la única sombra que ha encontrado, entre la cabina y unos árboles, apaga el motor y siente como el aire acondicionado se va, se esfuma, otra cosa más que ha pasado, lo pasado pasado está en el presente.

Después de mucho vacilar logra salir del coche, el calor lo envuelve en seguida, sin pensarlo ni planificarlo se dirige al bar, al único bar que hubo, había y quizás no habrá.Antes de entrar en la casona de su infancia necesita un par de cervezas, la valentía la conquista a base de cañas como los piratas a base de ron. Ahora que lo pienso¿seguirá detrás de la barra el Pelao? Por entonces, el bar, el único centro social de la zona, era regentado por el Pelao, que estaba tan calvo como Míster Proper o más, dependiendo del brillo esperado de la calva. Se decía que era el ejemplo más claro de un calvo con recursos extra porque llegó a tener con su mujer, la Mari, doce chiquillos, todos niños, las niñas la Mari nunca las llegó a ver, y entre la ilusión de que el siguiente fuese nena y los medios que no aprendieron a poner ninguno, llenaron la escuela de chiquillos medio salvajes, autónomos y listos.

Antes de empujar la puerta del antro respira hondo, el Pelao debería tener unos setenta años ahora, había muchas probabilidades de que estuviese mascando tierra, criando malvas. En el interior la oscuridad fresca le hace sentir bien, algunas piezas al caer, el olor añejo a viejo, a vino, alcohol tardío. Lo reconoce al instante, ¿es real?, parpadea varias veces para asegurarse de lo que está viendo. ¿Setenta años? El Pelao más encorvado, con más grietas en el rostro, más pelao que nunca estaba allí, como un fantasma a la espera de que el médico lo atiendiese. Pide la cerveza con voz temblorosa, cree que no lo ha reconocido, más de veinte años han cambiado mucho al hijo del señorito latifundista, del tal Don Rafael, ese que el otro día murió solo de un infarto y nadie pudo entristecerse, ese que machacó a muchos, el ogro verde, feo, fétido, arrogante. Se queda en una esquina y coge el periódico que tiene fecha de unos meses antes y manchas de aceite, hace como el que ojea y lee, pero no puede dejar de mirar al Pelao, era el mismo de antes pero ralentizado, curvo, sin sonrisa. Los únicos clientes, tres de la misma quinta que el Pelao, juegan al dominó en un silencio sepulcral que sólo las piezas al caer rompen, escapan del calor, del tiempo, de un final que no termina, sale el doble, cierro. Intenta ponerles nombres, sus caras le son familiares pero no logra ubicarlos en las imágenes que tiene de los años allí vividos. Sin embargo del Pelao tiene imágenes bien claras, allí dentro, en aquel bar se habían librado las guerras de borrachos más duras y con menos muertos del mundo, el vino había hecho del bar el sitio favorito de los adolescentes ávidos por ver peleas entre vecinos, peleas con puñetazos reales, garrotes, gritos, copas rotas. No olvida aquel día, el día del Pelao o la noche, en el que sacó a patadas a dos guardia civiles borrachos que empezaron a meterse e insultar a Perico, el tonto del pueblo, el simpático que no hacía daño a nadie y hacía las gracias de todos. El Pelao que era muy bruto y de prudencia andaba corto les dio una buena tunda, tan buena que se espabilaron y al rato volvieron con otros camaradas y se lo llevaron al calabozo una semana. La Mari,la pobre, no le quedó otra que asumir que tenía un burro honrado por marido y llevó el asunto con mucha dignidad. Eso sí, cuando el Pelao volvió a casa, dicen, eso decían las malas lenguas o las lenguas a secas, que la Mari primero le dio dos bofetones. ¿Cómo se te ocurre jugarte la vida y el pan por el tonto del pueblo? Después le dio cuatro besos y le dijo algo como que tenía un corazón de oro por defender al Perico, al tonto simpático. Esa noche fabricaron al octavo de la equipación. 

El ogro hacía la vista gorda en este asunto, eso de que su hijo de puta, yo, me mezclase con la gente del pueblo lo llevaba mal, casi prohibido, pero al bar me dejaba ir de vez en cuando, pensaba que allí podría descubrir los tejemanejes de la hombría y hacerme más hombre si cabe, aunque yo fuese un hijo de puta parecía que tenía derecho a ser un hombre. Así que mis libros de piratas, mi trabajo en la huerta y mis visitas al Pelao me convirtieron en un chico extraño, ya de por sí lo era por tener un ogro por padre, una medio bruja mala por madre, un enano gruñón por acompañante, un hada madrina por cuidadora, un mundo tan raro que ahora me sorprendo ser un ser normal o quizás no tanto. Quizás soy un  monstruo amarillo de dientes naranjas y manos peludas, ya quisiera yo ser un personaje de cuento, aunque fuese de terror pero de cuento, pero me he quedado en eso, en uno más del sistema de las parejas que duermen de noche, trabajan de día y pagan la casa de por vida. Mierda de vida, Esther, mierda de vida, que hasta el Pelao ha tenido una vida más rica que la nuestra sin salir de este bar de mierda, doce niños, una Mari difícil, un bar que cada noche era una historia nueva. Esther que estamos a tiempo de cambiar, que no perderíamos nada, que todo está perdido, que esas máquinas me deprimen, que tus reuniones de miles ya me tienen más que harto. Te quiero, Esther, y no puedo llamarte porque la cabina de la plaza no funciona, porque me mandarías a la mierda y porque necesito seguir mirando al Pelao y a esos tres que son fantasmas reales, que estaban aquí cuando yo todavía era humano, niño, joven, humano. Necesito fuerza, las llaves me queman, en el bolsillo se revuelven, tengo que dar el paso, tengo que ir a la casona a revolver el polvo y dejar cada mota en su lugar, al ogro, la biblioteca, el barco de las historias, la cocina de Lucita, luces y sombras que nunca se pondrán de acuerdo o a lo mejor sí, ¿quién sabe?

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