martes, 11 de diciembre de 2012

Necesidades: Admirar


Tengo que contarlo porque me ha impactado su entereza. Hoy, en clase de uno de esos idiomas en los que me ando perdiendo, he vuelto a ver a una compañera que llevaba más de dos meses sin venir. Me ha sonreído y ha hecho sitio para que me sentase a su lado. Desde el primer día de clase me cayó bien, más cerca de los cincuenta que de las cuarenta, lleva unos tres años por estos lares, es de más al norte, pero parece que se enamoró y se quedó por aquí. Viajera incansable y seducida por esas otras lenguas, risueña, independiente. Los pocos días que coincidimos a principio de curso hicimos buenas migas, había cosas de las que hablar, cine, libros, anécdotas de visitas a otros países. Pero al mes empezó al faltar, no tenía su teléfono, ni su mail, ni nada. Más de una vez me acordé de ella, porque el resto de compañeros parecía un grupo algo más cerrado, ya hecho. Y hoy al llegar me la encuentro allí, y me alegro al verla, y como soy curiosa y habladora le pregunto. ¿Cómo estás?¿Por qué has faltado estos meses? Y ella como el que habla del tiempo me responde que una operación de cáncer, que de cáncer de colon, que está en tratamiento, que vendrá los días que pueda. Y abro los ojos. Tienes una fuerza increíble, le digo. Ha notado mi cara de admiración, la veo con un aplomo y serenidad asombrosos. El profesor le manda hacer una presentación oral de unos minutos, la improvisa, le sale bien, al terminar los compañeros le aplauden por su discurso, yo también, la determinación y la fortaleza bien se merecen  una ovación. 
Nunca dejes de batallar.

martes, 4 de diciembre de 2012

Necesidades: De trotar

Alpes alemanes
Dilata el tiempo, lo extiende jugando con las gotas que caen del árbol, ahora pongo la mano, ahora la cabeza. Mojarse mola, salta de arbusto en arbusto, las últimas lluvias han dejado un verde vivo en el suelo y un azul sagaz en el cielo. Si viviese en un país del sur sería primavera, pero ella está más al norte, allá en las montañas, verano, es verano. Rueda desde la cima, se deja caer, risueña, niña que sigue siendo, aunque nacida en 1880 sigue siendo niña. Porque los libros son libros y el anime anime, y la tele la tele, y entonces en 1974 algo pasó por la mente de un japonés y aquello ha marcado generaciones en nuestro país y parte del universo. Ella sigue allí riendo de todo y dejando de llorar para hacer reír al otro, tierna, siempre infantil. A veces discute con las vacas, sí, son gordas y no se mueven, y la leche mi abuelo la prefiere de cabra, piensa mientras evita un grupo de ellas. Les saca la lengua y les palmea el lomo, anda moveos, vagas que sólo sabéis pacer y mirar con cara de malas pulgas a los pocos que pasamos por aquí, además de las cacotas, que ando siempre pisando algún regalito vuestro. Pasa de largo y brinca un poco más abajo, allí su amigo, ese inseparable que también es medio niño la espera. Entre risas pasan el día, llevando el ganado por toda la montaña, divisando las otras y leyendo los movimientos de los pájaros. El tiempo va a cambiar esta misma tarde, su amigo podría haber trabajado en el telediario  o como científico en alguna universidad prediciendo el clima, podría y todavía puede, pero no quiere. Inseparables, son los únicos niños del lugar, eternamente lo serán para nosotros. Sólo un viejo serio de barba blanca, y un perro, y una cabrita, y un pajarito, y esa infancia que queda entre dicho porque cada vez queda más lejos, más difusa, distraída, la olvido, se deshace, dibujos, canciones, olores, meriendas, el barrio,...

lunes, 3 de diciembre de 2012

Nanorelatos: Conectados

Corea del Sur

Cuando despertó su parada había pasado, miró el mapa y decidió llegar al al final de la línea siete. Ver el último barrio de la urbe sería una experiencia, todavía no sabía si buena o mala. Quedaban unas quince estaciones así que podría curiosear, ver a los pasajeros leer, escuchar ese idioma de melodía saltarina, observar las ropas, las caras,...Incluso podría intentar hablar con alguno de ellos, preguntar cosas de la ciudad, de los horarios. Lo intentó, buscó alguna mirada aliada, puso cara de turista, sonrió,pero fue imposible, las pantallas estaban allí y ellos no asomaron.

Necesidades: Al final...

Venecia
Su princesa estaba detrás de alguna de esas ventanas, era la prueba final, después de haber cruzado el desierto, luchado con monstruos, comido serpientes, dormido bajo las estrellas. Después de pisar países, algunos inhóspitos con pobladores hostiles que no lo entendían, otros más acogedores que hacían de la estancia un placer. Después de buscar en mapas, cruzar mares verdes y amarillos, evitar volcanes y tormentas de hielo. Después de todo eso allí estaba él. Se quedó sentado sin poder decidir qué puerta elegir. No podía equivocarse, tanto batallar y al fin llegó el momento esperado. Pasaron horas, miraba con cuidado cada una de ellas cambiando de lugar. Quizás haya una pista y no he sido capaz de verla, se decía mientras se movía nervioso. Podría ser aquella ventana amarilla de la derecha, sí, puede ser, ¿una princesa debe vivir tras el color dorado? ¿Y las de madera? Si fuera alguna de madera debería ser la más cuidada y mejor pintada.Andaba en estos pensamientos cuando un vendedor ambulante pasó por su lado e intentó negociar con él unas pieles que decía eran de oso, conversaron unos minutos en los que pudo saber que aquella ciudad tenía las murallas más bonitas del mundo y un puerto en el que vendían el pescado más exquisito del país. Como todavía era temprano y no sabía qué puerta elegir se dirigió al puerto, comió algo y se mezcló con las gentes del lugar. Conoció a unos marineros muy toscos y rudos que tenían el cuerpo lleno de tatuajes y jugaban a las cartas mientras bebían sin parar. Hablaban de un capitán obtuso que abusaba del poder, un tirano sin cabeza ni pies. Pasó la noche con ellos. Al amanecer volvió a las ventanas y su dilema seguía sin resolver. Así pasaron los días y veinte años después todavía no había llamado a ninguna de las puertas, mientras se decidía aprendió el oficio del mar y montó una pequeña empresa de pesca y venta en el pueblo. Conoció a los vecinos y sus tradiciones. Ahora, cada mañana, antes de ir a trabajar se para cinco minutos frente a las ventanas, las mira y sonríe al ver a un chicho joven con cara de indeciso.

Necesidades: Desembarco



No tengo tanta fuerza de voluntad, lo sé, pero lo intento, creo que puedo, hoy sí, creo que puedo olvidar todo lo demás, ese demás en el que están ellos cinco en general y uno en particular. Carpe diem, dicen tus ojos mientras relatas las proezas de la semana, sin embargo no entiendo nada, olvidé el latín de 3º y de COU, y el griego también, las decepciones de la semana no me dejan procesar más allá. Nos sentamos en el sofá, ese que no conocemos, que cada viernes cambia, de color, de tamaño y grosor. Nos acomodamos y nos retratamos. El vuelo bien, como siempre dormida, ni las azafatas vendiendo el motor derecho del avión me han despertado. ¿Y el tuyo?Turbulencias, muy divertido hasta que el niño de atrás se puso a gritar y se comió a sus padres. Me encantan tus figuras estilísticas, me encanta tu figura. Te digo adulador, y no lo eres, simplemente te encanto, o ¿no? Después de deshacernos en palabras y hechos salimos a la calle. Siempre es una ciudad  extraña para ambos, así que caminamos por parques y callejuelas haciendo hincapié en los barrios mestizos que no castizos. Las poco más de 48 horas suelen pasar como un suspiro. A la vuelta todo parece gris, es domingo, ya no me hace ilusión sacar la tarjeta de embarque, las tarjetas de embarque de los domingos son absurdas y tristes. Mientras miro la pantalla de salidas llega un mensaje a mi teléfono, dices que estás embarcando. Sigo en la T4, respondo, el mío sale con retraso. Con retraso llego a mi ciudad, después de una hora de coche, consigo aparcar. Las calles están ya dormidas, por las ventanas se ven las televisiones encendidas, mis pasos hacen eco. El eco duele, la realidad de ellos cinco en general y uno en particular más.