lunes, 4 de julio de 2011

Necesidades: El flash




Anoche, de vuelta a casa, viví uno de ellos, un flash que me arrastró de golpe a la niñez. Al pasar por esa plaza, la que tiene un cristo medio iluminado por cuatro faroles, había unas niñas. Estaban enfadadas, habían discutido por un juego, su madre las colocaba una junto a la otra, pero por mucho que la madre les decía que sonrieran ellas seguían serias. Su padre mientras preparaba la cámara. La madre haciendo cosquillas y bromas consiguió al final ambas sonrisas. El padre disparó y saltó el flash. En ese instante me vi de nuevo como una mocosa de pelo rizado e indomable correteando por el casco antiguo. Era domingo, claro, lo sé porque era el único día de la semana que mi padre hacía de padre, y ese día él estaba con nosotras tres.


Algunos domingos tocaba campo, los Villares, otros tocaba paseo por el centro. Aquel domingo tocó paseo. Y cada vez que tocaba paseo mi madre nos repeinaba y nos ponía unos vestidos rosas con bordados de princesas que ahora me parecen un agravio a la infancia, -todos tenemos un pasado-. Mi padre cogía la cámara y se pasaba toda la tarde haciéndonos posar para él en diferentes lugares del centro histórico. Recuerdo cruzar las vías del tren, la primera parada era siempre en Los Patos, después nos adentrábamos en el casco viejo. Para mí aquellas incursiones en la ciudad eran una aventura, incursiones porque por entonces mi barrio quedaba en las afueras de la ciudad.


¿Cuántos años podría tener yo? ¿Siete u ocho? No sabría decirlo, pero puede ser que aquellas carreras por calles y plazas desconocidas ayudaran a construir mi espíritu curioso, ese que me empuja a buscar en cada instante, ese que se siente libre en una ciudad desconocida.

Pero quizás este recuerdo sea únicamente una invención de mis neuronas o quizás sea tan real que mi corazón enmudece al revivirlo.