miércoles, 28 de noviembre de 2012

Necesidades:Genios


Cuando acabó la disertación el público quedó en silencio, terminaron asombrados ante las declaraciones del ponente,incluso los periodistas, nadie se atrevía a preguntar hasta que algunos empezaron a aplaudir y contagiaron al resto, se dio por finalizada la jornada. El nuevo descubrimiento, aquel bacilo que tanto mal había hecho a la humanidad durante siglos ahora se convertía en un aliado. Y todo después de ocho largos años de estudio, respondió el homenajeado mientras peleaba con el filete de ternera en la comida que clausuraba el congreso. Los médicos, periodistas y políticos más importantes del país se habían congregado allí para conocer ese descubrimiento y reconocer el esfuerzo de Alejandro Otero y su hallazgo, un bacilo que empezaba a vacilar y ganarle la batalla a algunas de las enfermedades más cruentas de la humanidad. Él estaba muy excitado, los flashes le hacían parpadear más de lo normal; las únicas conversaciones completas que pudo mantener fueron durante la comida, con los dos comensales que estaban a su lado, el presidente y el gestor de un centro hospitalario de la región, y durante las copas, a las cinco de la mañana con Lázaro, un médico de familia mallorquín que se coló en la  cena para saciar su curiosidad. Alejandro aunque nervioso supo mostrar plante de tranquilidad y sosiego, mantuvo las formas, la sonrisa y el saber estar. Pero después de tanto trabajo como decía haber tenido, y sobre todo después del vino y el güisqui del día, acabó junto al mallorquín el cual pretendió arreglar el mundo y conocer de cerca al tan afamado Alejandro Otero en aquella barra.

- Ocho años de esfuerzo y trabajo, ¡ja!, ocho años sí, pero de esfuerzo y trabajo un pirulín - él ya no veía ni las agujas del reloj, ni recordaba el número de su habitación, no sabía cuantas copas llevaba en su cuerpo. Lázaro aunque también había bebido lo suyo no pudo obviar ese comentario, sonrió y animó al descubridor a que siguiera el discurso privado entre hipidos.

- ¿Me lo repites?- el otro se tambalea sobre la silla, agarra su vaso y da otro sorbo antes de proseguir.

- Bueno, sí, si hablamos literalmente no fueron ocho años de trabajo, más bien unos treinta. Además no fueron míos, claro que no, yo no podría haber perdido tanto tiempo en esas búsquedas imberbes, ni se me habrían ocurrido esas hipótesis descerebradas.No,no,no...-Otro sorbo y calla, se apoya en la barra casi está a punto de dormirse. Pero Lárazo no ceja, quiere enterarse de todo. 

- ¿Entonces?

- ¿Entonces? Pues sólo hay que saber escuchar a un médico jubilado medio excéntrico y solitario, uno de pacotilla, como tú,  entonces te ganas su confianza. Después te deja entrar en su casa, te enseña su teoría, la obsesión de toda su vida y hasta tiene pruebas de laboratorio recogidas. Al principio no le haces caso, lo escuchas por escuchar, pero luego te das cuenta que hay algo de razón y que lo que expone no es tan descabellado. Inicias por tu cuenta una investigación para comprobar lo que el excéntrico te expone, claramente él no sabrá nada de lo que has comenzado, y cuando empiezas a ver que quizás tenga razón te lo quitas de en medio y montas el proyecto por lo legal y siendo tú mismo el titular del estudio y de las ideas.

- ¿¿¿¡¡¡Cómo!!!!???? Estás de broma, ¿verdad?- Lázaro tiembla ante esa perspectiva y duda si el ser humano podría ser más perverso.

- No.

- ¿Y qué ha sido de ese médico loco y de pacotilla?¿Qué ha sido del descubridor real de todo esto?

- Criando malvas, aguantó hasta los noventa- Lázaro se pone en pie, mira con asco y decepción a aquel que cinco minutos antes admiró, estaba a piques de irse cuando Alejandro lo tomó por el brazo.- Y no intentes nada, eres un  pacotilla más con cara de excéntrico, nadie te creería. 

A la mañana siguiente Alejandro tembló, la resaca se unió al recuerdo de un Lázaro que aún no sabía si pertenecía al mundo real o a su conciencia.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Necesidades: De interpretar



Vivo en una casa de vecinos muy antigua, de esas de techos altos con vigas de madera y paredes blancas. Está algo ojerosa, alicaída, desconchada, pero se mantiene en pie con la dignidad que le ha regalado el tiempo. Al entrar un pequeño patio recibe al visitante, en el centro varias plantas que merecen ese lugar se pelean por los rayos de sol. En el patio siempre hay movimiento, las puertas de los cuatro vecinos suelen estar abiertas, siempre se oye una televisión, una conversación, siempre huele a guiso o a café recién hecho. Arriba vivo yo sola, o vivía, porque hace unas semanas se mudaron al lado nuevos moradores. La primera vez que me encontré con uno de ellos me asusté, entré en el zaguán que estaba a oscuras buscando la llave en el bolso, di dos pasos y tropecé con un bulto, di un salto, qué era aquello, no podía ver nada, oí un quejido y al encender la luz descubrí que era un chico de unos quince años, estaba sentado en el suelo con un miniordenador. Su mirada pedía disculpas  aunque también mostraba sobresalto, no acertó a decir palabra. Creí que sería un familiar de alguno de los vecinos de abajo, pero al subir salió de la puerta que hay al lado de mi piso un hombre de unos cincuenta años, me saludó y dijo "Voy a ver cómo está el chico" Me extrañó, porque el chico que yo había visto no era muy chico, era un adolescente, y allí en el zaguán, navegando por internet con la wifi "prestada" no le pasaría nada. Después he visto a ambos inquilinos otras veces, al chico casi todos los días en el zaguán, embebido con su portátil, ahora me saludaba con la cabeza, me ayudaba con las bolsas de la compra o me sonreía cuando llegaba por la tarde. De forma inconsciente me vi conversando con él en silencio, intercambiando gestos para preguntarle si no tenía frío allí sentado en el suelo o si podía ayudarme a abrir la puerta. Hasta que hoy me he dado cuenta de porqué el chico del zaguán me mira a los ojos, gesticula e interpreta tan bien mis muecas.
"Más rápidas las he visto"

Necesidades: Dinís desde Mozambique




Mientras leo "Resistencia" de Rosa Aneiros, uno de los personajes que describe en su libro se ha metido en mi cabeza y me ha dictado esta carta, el personaje está en Mozambique en las filas portuguesas en un año de los 60:

"As veces isto paréceme estraño, ter isto, isto que coidamos ambos os dous, día a día na distancia, isto que coida de min, da miña cabeza. Non é doado, non, e moito menos na guerra na que os nosos fillos, pais, primos e irmáns se encontran, a mesma que hai un ano separounos levándome ata este inferno. Aquí, enMozambique, non estamos a facer nada, aquí xa hai escravitude abondo coma para vir  aumentala. Vexo os meus veciños violar nenas e maltratar outros homes, trátanos coma se fosen animais ou cans, e só porque teñen a pel escura e falan doutro xeito. Esta xente non ten nada, e o pouco que lles queda, a dignidade, será machucada por nós. Nunca cheguei a pensar nin crer que os meus veciños, eses que teñen fillas e nais poderían facer o que están a facer, son monstros, xa non podo velos como os meus veciños e seguen séndoo. A dor non pasa, só o teu rostro me fai esquecer onde estou, ás veces desaparece a túa cara e o meu corazón acelérase, o medo, sempre o medo a perder a miña guía, os recordos  da nosa vila, a praia, nosos corpos baixo o sol, a tranquilidade, a inocencia que deixei ao teu lado. O noso goberno non sabe ou non quere saber que esta guerra non é nosa, que estas terras non son nosas. Moitos dos homes que o goberno di que están desaparecidos morreron hai meses na batalla, moitos nunca volverán, quizais eu mañá desapareza, se ten que ser así será, pero non quero que esquezas que o único que me mantivo coa cabeza e o corazón cordos foi o teu recordo.Xa non creo na miña patria, nin na 
miña bandeira, nin no meu país, só creo en ti."

domingo, 25 de noviembre de 2012

Necesidades: Amigos para siempre



Paco, Ana y Mariano. Ana, Mariano y Paco. Mariano, Paco y Ana. Un desorden en el orden porque ninguno recuerda con exactitud quién envió a quién la invitación a Facebook. 

Ana tenía una prima lejana, tanto de sangre como en la distancia, pero por ello no dejaban de ser familia así que se tenían en Facebook. Un día, concretamente un domingo tarde deprimente, Ana comentó una fotografía en la que habían etiquetado a su prima. Era la imagen de unas montañas nevadas. Preciosa, se dijo Ana. El autor de la fotografía, Paco, amigo de la prima de Ana, agradeció los elogios de esta última. Intercambiaron varios comentarios sobre el mundo de las instantáneas y en pocas semanas compartían muro, fotos y comentarios. Coincidían en miles de cosas, además del gusto por la fotografía ambos practicaban senderismo cada fin de semana, Ana en la provincia gaditana, Alcornocales y Grazalema, Paco en la provincia de Ourense, por el Invenadeiro y la Enciña da Lastra. En cuestión de dos meses ya se tenían por buenos amigos y hasta se contaban las cosas diarias que los entristecían o les hacían reír. Ambos casados, uno con dos niños, la otra sin hijos y sin ganas de buscarlos. En ningún momento escondieron nada a sus respectivas parejas, porque se consideraron amigos desde el principio, hasta tal punto que pensaron que uno de ellos fuese a conocer al otro en persona y parase en el hogar familiar. Pero esas cosas se dicen y se piensan mucho, y entre medias resultó que Paco, apuntado a un club de fotografía por internet que publicaba una revista mensual, logró hablar por mail con Mariano, el escritor madrileño de uno de los artículos que había leído en el número del mes anterior. De un mail semanal pasaron a dos diarios, al principio hablaban de encuadres, de la luz y de las cámaras que había en el mercado, al final uno de los dos cayó en eso de que tenían Facebook y que allí podrían intercambian imágenes y demás. Claramente Paco le habló a Ana de Mariano y a Mariano de Ana, y en menos de lo que canta un gallo se habían conectado por la red social.
A partir de entonces los tres desarrollaron una actividad frenética en Facebook, parecía que se conocían de toda la vida. Así que después de dos años y medio de conversaciones vía teclado decidieron que tenían que verse los tres, hacer alguna ruta por algún paraje natural, sacar fotos y disfrutar de esa amistad que habían entablado en la distancia.

Quedaron en Madrid, a Mariano le venía perfecto, él se encargó de planificar la caminata por el parque de Peñalara, Paco y Ana irían volando. Al principio era algo extraño, verse en persona los tres, poco a poco fueron cogiendo confianza. 

Ana pensó que eran unos tíos muy majos, con el pequeño detalle de que Mariano fumaba, su coche, su ropa y todo él olía a tabaco, cosa que le repugnaba bastante, porque después de estar un rato juntos ella misma sentía que hedía a tabaco. Además descubrió que Mariano era muy educado, pero justamente con el tema del tabaco no lo era tanto, ya que no pedía permiso para encender un cigarro y echaba el humo como una chimenea hacía sus interlocutores.
"Ya podría  preguntar si molesta"
Paco al menos no fumaba, era más callado de lo que se imaginaba, por Facebook se mostraba más extrovertido, casi podía haberse dicho que era en persona todo lo contrario, tímido. Durante el fin de semana se mostró tan silencioso que a veces ella misma sacaba temas de conversación, esperando hacer más amena la caminata por el monte y los trayectos en coche.
"Pues menudo compañero de viaje"
 Aquello a Ana le desagradó bastante.

A Paco también le dio muy buena impresión tanto Ana como Mariano. Al principio todo iba perfecto, Ana no paraba de parlotear, pensó que era la emoción del encuentro, pero con el paso del tiempo y las horas Ana no callaba la boca, y Paco acabó sufriendo un dolor de cabeza insoportable y deseando que Ana cerrase el pico. No podía con aquella voz de pito.
"¡Qué se calle de una vez, por Dios!"
Mariano al menos era más tranquilo, aunque a veces, según el criterio de Paco, Mariano se mostró un poco perezoso, ya que los cuatro días que estuvieron por la sierra no pudieron hacer excursiones de día entero porque Mariano tenía que volver a la casa rural a hacer su siesta de hora y media. 
"¡Y no podrá dejar la siesta para otro día!"
Aquello a Paco le disgustó bastante. 

A Mariano le agradó su nueva compañía, parecían gente encantadora. Aunque en cuatro días se dio cuenta de que Paco iba demasiado rápido en las caminatas, casi iba tirando de los demás y a él le costaba seguir el ritmo, pensó que Paco no era un tipo que respetase el ritmo de los demás, ni que tuviese en cuenta al otro al ir de senderismo.
"Más empáticos los he conocido yo"
Ella sin embargo parecía simpática, hablaba y reía. Sin embargo durante la convivencia en la casa rural le pareció que Ana estuvo muy pesada cuando le insistía en que fumase fuera de la casa y que recogiese las cenizas del cenicero cada dos por tres. 
"¡Ni que fuera mi madre!"
Aquello a Mariano le enojó bastante.

Al despedirse en el aeropuerto ninguno fue capaz de de decir más allá de lo socialmente aceptado, "Hasta la próxima. Ha sido un buen encuentro.¡Qué bien lo hemos pasado! Tenemos que repetir. Colgaré las fotos por Facebook". Ya en sus respectivas casas contaron a sus respectivos familiares o amigos lo acontecido poniendo el acento en aquellas cosas que molestaron a cada uno de ellos de los otros dos. Nunca ninguno de ellos se sinceró, pero eso sí, siguieron siendo amigos por Facebook.