miércoles, 28 de abril de 2010

Necesidades: Tu cara...


Con el ritmo de la armónica metido en la cabeza llego al centro de esta ciudad, que más bien me parece un pueblo, delicadezas del destino. “¡Menuda putada!”, diría mi prima. Veo, mejor dicho miro, las caras de la gente que se cruzan en mi camino, todas me recuerdan a alguien del pasado, “Mala señal, el tiempo pasa a pesar de mis intenciones”.

Hoy mismo lo he visto, en el instituto tenía un amigo, se llamaba Carlos, el tío era un hacha en Física, Química y Matemáticas. Jamás he vuelto a saber de él, ni de su carrera profesional. Gordito, de paso corto, muy moreno. Y esta tarde, desapacible por el viento, el camarero que me ha servido el café me ha dado un susto de muerte. Pensé que Carlos había vuelto de la adolescencia a recordarme mis suspensos en ciencias, esos 4'5 que tanto me frustraban. En serio, pensé que era Carlos el que estaba allí diciéndome “¿Con leche?”

- No, que diga... sí, osea con azúcar – el camarero pone cara de no entender nada, espera otra respuesta-. Perdón..., sin leche.

- ¿Le ocurre algo?-. Con su buena voluntad mitiga mi impresión, deja la bandeja y se acerca un poco más- Es que la veo un poco pálida. ¿Quiere agua?.

- No, gracias. Ha sido un instante, es que me recuerdas, perdona que te tutee, a una persona.

- Siento producirle esa reacción-. Ahora se apoya sobre mi silla.

- Nada, no es nada, chiquilladas.

- Me alegra estar entre sus chiquilladas.- Lo dice sin moverse, me llega su olor a hombre. No me queda más remedio que fijarme en sus facciones, facciones de truhán.

No sé qué decir, me he quedado algo cortada, él espera una réplica, nunca aprendí a replicar, mano de santo la zapatilla de mi madre. Se gira, se aleja, chiquilladas del tiempo.

martes, 27 de abril de 2010

Necesidades: Voluntad de hierro


Había ido a pasar el fin de semana a Miajadas, en Extremadura, a casa de mi madre; cuando me tiro más de cinco o seis semanas sin pasar por allí me llama por teléfono y me pone voz de pena, “Bueno, y ¿cuándo vas a venir?”. Entonces, a la semana siguiente cojo el coche y me voy con la música a otra parte, más bien al pueblo, a disfrutar de la mano de mi madre en la cocina, de sus historias y sus bromas.

El sábado pasado mi madre me dejó sola, “Me voy un ratito a jugar al dominó con las vecinas, no me esperes levantada”. Así que me dije, “Perfecto, me pongo una película de las mías” Tranquilo todo, a esas horas lo único que se oye por aquellos parajes es la oscuridad de la noche, una sensación agradable, de bienestar, me inunda en esos momentos. Tumbada en el sillón, con una cerveza, unas aceitunas y “Los siete Samurais” de un director japonés que ahora no recuerdo.

Concentrada en la pantalla, mi sonrisa eterna.

De golpe se va la luz, que es cierto que eso de quedarme a oscuras no me hace mucha gracia, pero mi razón me lleva a la cocina, con un mechero y una vela me acerco al panel donde están todos los interruptores de la luz. No me da tiempo a tocar ninguno y oigo un “clic”, la lámpara de la habitación de invitados se ha encendido, y les aseguro que no tiene mando a distancia. Me quedo unos instantes parada, indecisa, al final mi poco valor me lleva hasta la habitación encendida. Cuando entro la lámpara se vuelve a apagar, otro “clic”.

Después toqué los interruptores y volví a mi película.

A la mañana siguiente se lo comenté a mi madre:

- Oye, ¿la lámpara de esa habitación, la de hierro, está rota o algo?

- No, se enciende y se apaga ella cuando quiere.

- ¿Tendrá el casquillo flojo?

- Le he cambiado la bombilla, el casquillo y revisado los cables, todo está bien. Con el inconveniente de que tiene vida propia.

- No lo entiendo.

- Ni falta que te hace.

miércoles, 21 de abril de 2010

Necesidades: Ser uno es difícil.


Cada vez que se enfrenta a una vicisitud reacciona igual, primero se pone nerviosa y llora como una esponja, después hace algo que le parece lógico, dentro de su lógica claro. Al final termina mirando la foto de sus abuelos y pidiéndoles fuerza, “Que yo sé que desde allí todavía me observáis y me juzgáis, así que ahora os toca apechugar y echarme un cable”

Y a sus cuarenta sigue comiéndose las uñas, una tras otra, de forma automática, casi inconsciente, “Por algún lado tendrá que sacar los nervios, que ella toda la vida ha sido muy nerviosa”. Es algo que Chari siempre dice para justificar el vicio de su hermana delante del resto de familiares y conocidos; Chari es de las que sufren con los qué dirán de los otros, no soporta que pongan en evidencia a Gloria, la mayor de los cuatro. Pero Gloria obvia todo lo que a Chari le preocupa, porque dice que son pequeñeces, “¿Y que más da que me vean comiéndome las uñas? Como si me quiero subir a un árbol a hacer el mono”.

Así que en la última boda, la de un cuñado de un primo de Barcelona, asistieron ambas. Chari con su marido y sus dos hijas, Gloria con sus uñas comidas y una pequeña libreta con los apuntes del último curso sobre “Vidas encuadernadas al gusto. Dése el gusto” Todos sonreían, se saludaban, se miraban los vestidos. Una puesta en escena fastuosa, llena de colores y protocolos actuales. Con tanto entretenimiento Chari se pierde entre la multitud y Gloria se toma unos minutos de vida propia. Cerveza de aperitivo, blanco con el pescado, rioja con la carne, champán para brindar y un ron en el baile.

- Al menos con una copita de más dejas de comerte las uñas.


Entonces Gloria pasó a la historia de la familia López, se montó en un árbol y se puso a hacer el primate. El cursillo le sirvió de mucho.

lunes, 19 de abril de 2010

Necesidades: Con el mar.


Otra vez tenemos que arreglar las redes, es lo que menos me gusta hacer cuando estamos en alta mar puesto que es una actividad que me permite pensar, y eso no es bueno. Ya le tengo dicho a mi patrón, “José, estas cosas se pueden hacer cuando atracamos en puerto”, pero él ni caso, es un viejo lobo, cada vez más duro de oído y más terco. Prefiero ponerme a faenar, esa actividad frenética en la que me empapo de sudor y agua, en la que el frío también arremete, esa es en la que me siento cómodo. Cuando tengo mis sentidos puestos en la maquinaria y en los peces ellas, mi mujer y mi hija, desaparecen de mi mente, es una forma de liberarme, durante un rato no las echaré de menos.

Pero también están los ratos en blanco, son minutos en los que, a escondidas, sin que ninguno de mis compañeros me vea dispongo sobre el regazo dos cosas: la foto de Raquel, mi esposa, y la crema que Marta, mi hija, me mete en la mochila cada vez que zarpo, “Para que tus manos tengan unas grietas suaves”, parece que no quiere enterarse de que su padre es pescador. Porque si los demás vieran la cara de bobo que pongo ante la foto sería el hazme reír del barco durante unos pocos de años, y si se enteraran de lo de la crema lo sería para el resto de mis días. Aunque yo sé que todos buscan sus ratos íntimos para dedicárselos a las madres, las novias o los hijos. Así nos tiramos los días, unas veces intentando olvidar lo que has dejado en tierra y otras avivando el recuerdo.

Los hombres de mar somos como los de tierra, llenos de contradicciones, mas silenciosos, muy silenciosos.

sábado, 17 de abril de 2010

Necesidades:Respuestas


En las manos lleva un papel amarillento, todo emborronado, cuando se lo dieron llovía a cántaros, “Suerte he tenido de que los números no han desaparecido”. Sube las escaleras agarrada a la barandilla, apoyando los pies con cuidado, la inseguridad es su fiel compañera. Sólo pequeños reflejos del exterior, el resto oscuro y viejo, se oyen las tuberías y algún gato suelto. Las voz humana parece exiliada del edificio, “Como mi infancia, exiliada”.

Al llegar al tercer piso mira las cuatro puertas, todas igual de demacradas, busca la letra D, “D de destino”. No puede, no se siente con fuerzas, desciende dos peldaños, su estómago inquieto y las manos sudorosas. Y entonces oye el chirrido, no quiere mirar, “Cobarde, eres una cobarde, ¡gírate de una vez!”. Ante sus ojos un señor con gafas,se acerca y le sonríe.

- Buenas, ¿buscaba a alguien?

- Hola, no sé, es posible que ni siquiera viva aquí.

- Yo no soy del edificio pero conozco a todos los vecinos, la mayoría muy mayores, soy el médico del ambulatorio que hay a quinientos metros de aquí. ¿A quién busca?

- Pues a Ana Parras – el médico queda callado un instante, reflexionando.

- Acabo de salir de su casa, es esa puerta. Están en pleno velatorio. Murió esta misma mañana.- Ella le da las gracias y sale del edificio. Ahora está segura de que no quiere llamar a la puerta D, jamás podrá saber el porqué de su niñez perdida.

viernes, 16 de abril de 2010

Necesidades: Made in África.

Porque siempre estás ahí, con tu rostro inocente y los ojos llenos de fuerza. También me emociona tu entereza ante la lluvia, el frío o el calor asfixiante del verano. Y ya me has visto tantas veces pasar con mi Toyota que me saludas y me dedicas una sonrisa, esa que me anima a poner en pie mi jornada, a darle forma. Todas las mañanas me pregunto cómo será tu día y tu noche, cómo pasas las horas, ¿echas de menos esa tierra?, claro que sí, que preguntas más idiotas te hago. Tu tierra es rica, allí la gente sonríe mucho más, no puede ser de otra forma, es la manera de sobrevivir.

A las ocho de la mañana, cabreada porque no soporto mi despertador (mira que lo he cambiado veces), arranco el motor; llego a tu semáforo, lo espero en rojo, siempre lo pillo en rojo, y entonces se produce el milagro. Apareces, sin más, y te compro unos pañuelos para que los mocos del último resfriado no me lleguen al suelo, me contagias la sonrisa, por muy enfadada que esté no puedo dejar de imitar tu gesto de alegría.

A las tres de la tarde, después de pelearme en el trabajo conmigo misma y los otros espíritus me encuentro en el mismo semáforo. Ya no tengo nada que comprarte, mis mocos están a buen recaudo. Pero si pudiera te compraría la fortaleza y constancia que te acompañan, esa que sólo se fabrica en África.

jueves, 15 de abril de 2010

Necesidades: El lápiz del aprendiz.



- ...
- Se nota a leguas que te gusta.
- No es eso. Es otra cosa. Lo admiro.
- ¿Por qué?
- Pues porque con él no me aburro.
- Entonces, ¿yo te aburro?
- No, tú me estimulas mucho,contigo comparto mi vida. Además me gustan tus ojos y tus manos.
- Pero si es casi treinta años mayor que tú, no lo entiendo.
- Con él puedo estar cuatro horas seguidas hablando y escuchando frente a un café y no cansarme. No conozco a mucha gente así de mi edad, creo que a nadie.
- ¿Y?
- Y tiene algo encantador, no sé, su voz, su forma de vestir, sus temas de conversación, su nobleza. ¿Te estás poniendo celoso?
- No, pero me hace gracia porque pareces una quinceañera enamorada.
- Pues si quieres defínelo así. Cuando quedo con él ocurre algo muy curioso, yo me siento más mayor y creo que él sufre el proceso contrario, a la inversa, rejuvenece.
- Tienes que contárselo la próxima vez que lo veas.
- No, ni pensarlo.
- ¿Por qué? No es nada malo, dile que lo admiras.
- No. Me daría una vergüenza tremenda, y entonces todo perdería su encanto.
- Me sorprendes.
- Olvidas que por eso estás conmigo, por mi complejo de caja de sorpresas.
- ...

miércoles, 14 de abril de 2010

Necesidades: En cualquier pueblo.

Describo cómo hago garabatos:“Que sepas que he comenzado pero no tengo ni idea de lo que voy a plasmar en estas líneas”

Se ha sentado en el muro, todas la tardes lo hace, y media hora después Manuel seguirá allí, como si mantuviese una conversación íntima con el sol que se oculta o con el mar embravecido. Por eso tiene la piel morena, de tanto mirar la luz. Otras veces está en la plaza, sobre un banco, se dedica a saludar a los árboles, él ve el mundo con otros ojos. Nunca pierde la sonrisa.

Por las mañanas se planta en el taller de Paco, “Hoy has venido más tarde Manuel, estás hecho un dormilón”, se lo dice cariñosamente. Paco podría haber sido maestro o médico, ¡ay! Paco si hubieses nacido en otra época. Pero Paco te arregla el coche, la moto, el tractor, el cortacésped, todo lo que tenga motor y ruedas vuelve a la vida en sus manos, hasta Manuel cobra vida a su lado. Algunas veces le da a Manuel una radio vieja o un motor sin esperanza, “Anda arréglame esto”, y vuelve a su trabajo. Así estará ocupado unas dos horas, quitando tornillos y tuercas hasta dejarla convertida en pequeñas partes, las mirará y las volverá a juntar, volviendo el artilugio a ser una unidad. Al terminar se siente satisfecho y se la llevará a Paco. “Muy bien Manuel, la has dejado como nueva”, le dice mientras le suelta dos euros en la mano y unas palmaditas en el hombro. Manuel se pone contento, el tic nervioso se acentúa. Nunca pierde la sonrisa.

Cuando hay fiestas en el pueblo se coloca junto a los músicos, al lado de los bafles, posa su mano sobre ellos. Siente las vibraciones de la música, ve a la gente bailando, el suelo también vibra, sus corazones laten más deprisa. Manuel, callado, percibe al pueblo entero, piezas pequeñitas que se confunden en una, bromas, chistes, canciones, alegría. Ya pasadas las tres de la mañana la música deja de sonar y Manuel se aparta del escenario poniendo rumbo a casa. En el camino los chavales llenos de alcohol le gritan “¡Mongolo!, ¿me arreglas el pito?”.

Nunca pierdas la sonrisa.

jueves, 8 de abril de 2010

Necesidades: ¿De qué color pinta esta noche?


Cansado, mucho, más que bastante. No puede ser de otra forma, es jueves, ¿qué podría esperar? Yo mismo me pregunto y me respondo, para que no quepa duda de mi estado. Giro mi cabeza en la almohada, ahora toca el lado derecho, dentro de veinte minutos pasaré al izquierdo. Me conozco tanto que sé predecir cuando estaré una noche en vela, en blanco, mejor dicho, en negro, ¿quién se habrá inventado lo de la noche en blanco?, no lo entiendo. Lo malo es que mi compañera también hace de bruja Lola, y en el silencio de la noche percibe mis movimientos secuenciales, la luz de la mesita y mi tos nerviosa.

Intenté hasta con “El lobo estepario”, gracias a él he ahorrado en tila y en somníferos una barbaridad, jamás pasé de las quince primeras páginas, un remedio contra el insomnio perfecto. Pero esta noche no ha funcionado, llegué a al página ochenta, aburrido pero sin sueño.

Después de varios giros y de las quejas de Ana decido emigrar el sofá, pongo la televisión, es mi segundo somnífero, suelo utilizarlo en casos extremos. Y hoy es uno de esos casos, son las tres de la mañana y el despertador toca a las siete.

¡Tic, tac!, ¡tic, tac!. Un anuncio tras otro, de los que te venden cosas ilógicas, un alargador de pene, un aparato magnético para ahuyentar los insectos de casa, una malla que te hace perder la barriga. Parece que con los testimonios de supuestos clientes y las ofertas de “Llame ahora, los cien primeros pedidos recibirán un clip de regalo” me van a convencer de algo. Estoy seguro de que el TeleTienda es un secta satánica, siempre lo he sabido.

Al menos, con esta postura en el sillón he conseguido dormir mis piernas, siento hormiguitas por los muslos.Unos cuantos paseos por el piso y una ducha en agua caliente.

Vuelvo a mi noche en blanco, los angelitos me esperan en el cielo.

lunes, 5 de abril de 2010

Necesidades: El primo del cerdo.


Me gusta la palabra jabalí, palabra aguda con sílabas directas, la jota le da un aire diferente. En salsa está delicioso, una carne jugosa y tierna. Me tropecé con este animal en la sierra cordobesa el sábado pasado, estaba allí, apuntado en el menú: “Jabalí en salsa con setas”, jamás lo había probado antes, o ¿quizás sí? Lo divertido fue confesar a los otros diez comensales mientras mojaba pan en la salsa de jabalí que había sido vegetariana durante una década. Momentos amenos.

- ¿Desean algo de postre?

- ¿Qué tienen de postre casero?

- Mouse de chocolate, tarta de queso, quesillo,...- Después de la palabra chocolate me he quedado sorda, mi paladar babea. Piden café en sus variedades, sólo, con leche, americano.

- Yo un colacao.- Me encanta hacer esto, todos me miran, no se explican cómo puedo detestar el café.

Y el jabalí sigue en mi cabeza en nuestro paseo por el Valle de los Pedroches, el sol pone la nota de felicidad y de color, las flores muestran amarillos, blancos y violetas, aún hay agua y barro en el camino. Valieron la pena tantos días de encierro, de lluvia.

Entonces lo recuerdo, habrá sido por el dichoso animalillo y el lugar, se parece a aquel campo de mi infancia, el resto, la compañía, la situación, y mucho menos, la edad, no tienen nada que ver. Sí, en aquel lugar también había encinas, ¿tendría siete u ocho años?. Mi hermana unos diez, los abuelos estaban vivos, mis padres todavía juntos. La familia al completo de perol, los típicos domingueros con las sardinas, las costillas y a las cinco o seis de la tarde el arroz correspondiente.

Me asombro, no tengo buena memoria, mi padre me llamó la atención, “¡Chica!, las cosas no se tiran al suelo, aquí tienes una bolsa”. Al menos mostró respeto por la naturaleza, se agradece. Las fichas sonaban en una mesa de madera, mi abuelo Pepe era un fullero de mucho cuidado, siempre metía “gatos” en algunas partidas de dominó mientras doblaba la bota de vino. Las risas de mi madre Carmen con su madre, a la vez Carmen, y al final del camino nuestro coche, un Seat Panda nuevecito, ¿cómo pudimos meternos cuatro adultos y dos niñas en aquella lata?

Uno de esos domingos hicieron acto de presencia dos jabalíes, “¡Las niñas, las niñas!”, gritaba mi madre. Mi padre acabó montado en un árbol, los demás escondidos en el Seat Panda. Los salvajes tiraron sillas, olisquearon el aire y mostraron su gallardía paseando a la vera del árbol donde el cabeza de familia los miraba con terror, no quería ver su coche espoleado por dos primos del cerdo.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro, puede ser que el nieto de aquellos puercos haya satisfecho hoy mi hambre, puede ser que mi silencio pase desapercibido.

Fdo. La que no para de hablar (mi última adquisición en cuestión de motes)