domingo, 28 de marzo de 2010

Necesidades: Mis vecinas


Encarnna con dos enes, esa era la vecina de arriba, y Asunción la de abajo. En el medio de ellas dos estábamos nosotros cuatro, Álvaro, Carlos, yo y Lupi, un gato enorme. Éramos cuarenta y cinco años más jóvenes que ellas, aproximadamente claro, porque nunca se nos había ocurrido preguntarles la edad, y mucho menos siendo tan mayores como eran. Hablo de ellas porque nos parecían unas santas, nuestro piso siempre estaba lleno de gente y en consecuencia de ruido, amigos de amigos que venían a tomar algo, a jugar a las cartas, a la Playstation. También tocábamos la guitarra, cantábamos o simplemente dejábamos que el tiempo pasase escuchando nuestros grupos preferidos entre pitillos de tabaco liado.

Ellas, siempre serviciales, nos abrían la puerta del portal cuando olvidábamos las llaves, nos dejaban cualquier ingrediente que nos faltase en la receta o se preocupaban por nuestras novias, madres y trabajos con preguntas de pasillo. Nosotros a cambio las ayudábamos con las bolsas de la compra, les dábamos unos minutos diarios de conversación y a veces, cuando no entendían algunas facturas, les echábamos una mano.

*

- Creo que fue ayer mismo cuando lo vi, salí a tender al balcón y estaba en vuestra ventana, maullando como un descosido.- Asunción nunca deja de frotarse las manos cuando habla, como si quisiera estirar su piel para deshacerse de las arrugas.- Espera, no, eso fue el lunes. Mira hijo, no sé decirte el día seguro, pero no dudes que la semana pasada seguía en el edificio.- Tiene el pelo recogido con un moño, todo blanco.

- Es que es la primera vez que se tira tanto tiempo fuera de casa, tres días, estamos algo preocupados.- Frunce el ceño, nos conoce demasiado.

- No será para tanto que el pobre se pasaba muchas horas aburrido mientras vosotros os divertíais.- Lo dice tranquila, con una sonrisa tan amplia que me hace sentir culpable. Toca retirada, ya no me apetece su conversación.

- Gracias por la información Asunción, tengo unas cosillas que terminar en casa.- Hago amago de subir la escalera, ella me coge del brazo.

- No es nada hijo, pero pregúntale a la Encarnna, ella muchas veces le ha dado alguna golosina a vuestro gato. Quizá sepa algo.- Asiento y subo al tercero.

*

- Hombre, ¿qué te trae por aquí? ¿Otra vez has perdido las llaves de casa?.- Lleva el delantal puesto y los rulos perfectamente adheridos a su pelo, la antilujuria personificada.

- No Encarnna, no es eso. Resulta que Lupi lleva tres días sin aparecer por casa, ¿por casualidad lo has visto?.- Sonríe como acaba de hacer Asunción pocos minutos atrás, un escalofrío atraviesa mi espalda.

- Hace un rato vino Carlos a preguntarme lo mismo. No me hagas mucho caso, pero me parece que la semana pasada me lo encontré en la azotea, subí para dar un paseo y aprovechar el solecito de la mañana. Se me acercó, lo acaricié y después desapareció. No sabría decirte el día exacto.- Se queda callada con la puerta entreabierta.

- Bueno, pues si lo ves por el edificio avisanos por favor, llevamos con él dos años. Es una pena.

*

Ese día, Álvaro, al llegar a casa a las tres de la tarde, trajo un tupperware. Dijo que era de parte de la Asunción, “La mujer nos ve delgados, dice que tenemos que alimentarnos bien”.

A los tres nos resultó exquisito el arroz con conejo.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Necesidades: Música

Sólo acostumbro a poner mis desastrosos relatos en este blog, hoy coloco este enlace de un "artículo" que he escrito en una página web de música de unos amigos.

http://www.nconcierto.es/recomendacion/i-r-m-mezclando-sensaciones/

sábado, 20 de marzo de 2010

Necesidades: Seguir el hilo.


Soy una metepatas, cada vez que se lo repito a mi gato me convenzo más de ello. Se queda encima del sofá, todo estirado, atravesándome con esos ojos verdes fríos de felino. Interpreto su respuesta, “Sí, siempre lo fuiste, aprende a vivir con ello”, o tal vez “Que te den capulla, déjame dormir la siesta en paz”. No sé, mi gato, todos los gatos me hablan, les doto de personalidad y vida propias; me ayuda a seguir el hilo de mis pensamientos, a veces me pierdo. Como ahora, en esta sala de espera con la revista de animales que tengo en mis manos, me he perdido. Es extraño en una consulta privada, en el ginecólogo, encontrar una revista de animales, no soy la única que se pierde.

Tenía la cita a las cinco y media, llevan una hora de retraso, a mi lado otras dos féminas, acicaladas y bañadas en colonia, ojean la otras revistas, las de famosos, esos que mueven el cotarro en nuestro país. Me vuelvo a perder.

- ¿Sara Segura?.- Parece bonito mi nombre en boca ajena. Es la ayudante, sonriente, complaciente, me conduce hasta la habitación contigua. Detrás de la mesa él me da la mano, otra sonrisa, las preguntas de rutina.

- ¿La última vez que tuvo el periodo?.

- Pues hace una semana...o eso creo.

- ¿Toma anticonceptivos?.- Él no me mira, sus ojos están posados sobre el papel, garabatea mis respuestas.

- No. Bueno, los tomé durante seis meses, pero la libido se me vino abajo de golpe, mis piernas se volvieron pesadas como el cemento. Las dejé, me va mejor con el preservativo.- Ahora sí me mira.

- ¿Pareja estable?.- Antes de responder me acuerdo de los ojos de mi gato, quisiera ser como él, seductor en los momentos fríos.

- Hasta la semana pasada sí.- Me incomodo yo misma como buena metepatas que soy, intento devolver una sonrisa, quiero transmitirle un “nada, estoy bien, todo se supera”. Creo que no se entera de mi esfuerzo.

- Lo siento. Pasemos a la revisión.- Me quito la ropa, tumbada, abiertas mis piernas introduce el aparatejo metálico, me indica una pantalla que hay a mi izquierda.- Ese es un ovario, precioso, todo perfecto.- No sé dónde ve la belleza, ni siquiera distingo en la imagen borrosa, blancos y negros mezclados, a uno de mis ovarios. Asiento.- Ya está. Ya puede cambiarse.

En la recepción pago la factura por los servicios recibidos, no me queda más remedio que admitirle a la recepcionista que prefiero el ginecólogo al dentista, que me toquen los dientes me provoca más inquietud,”¡Joder!, ya lo he hecho otra vez, ¿por qué digo cosas tan incorrectas?”.

Vuelvo a acordarme de mi gato, seguro que sigue dormido.

jueves, 18 de marzo de 2010

Necesidades: Clases


Relato nacido gracias a la inspiración de Tom Sharpe y a las vivencias de Alfonso.

Advertencia: Un relato algo pasado de rosca, no es lo que suelo escribir.

Muy seguro de sí mismo, al cincuenta por ciento, el otro cincuenta todavía anda por ahí, pensándoselo. Se mira los dedos, con sus gafas rectangulares de color azul oscuro parece más intelectual. Moreno, bien vestido y modales adecuados, jamás levanta la voz. Lleva en el negocio de la enseñanza seis años, entró por vocación. “Me gusta enseñar”, se lo escuché más de una vez.

- Hoy he tenido varios conatos de violencia en mi tutoría.

- Claro, los has tenido a quinta hora.

- Estoy cansado, ¿qué se puede esperar de la generación Esteban?.- No quita ojo de la carretera, precavido hasta con el volante, tampoco olvida a Henry Wilt. Sigue pensando, sabe que lo del PCPI de carpintería no está tan mal, que así, al menos, las clases de 3º y 4º de la ESO quedan tranquilas, sin “problemas” graves.- A veces pienso eso de opositar a la escuela de idiomas, mi especialidad, francés, me ofrece esa salida.- Pero esta tarde tiene dos cosas muy importantes que hacer, se cambia de ropa, de esa de andar por casa, y toma un mate argentino mientras lee “El camino” de Delibes (ésta era una de las cosas importantes que tenía que hacer).

*

- Bueno, entonces, ¿cómo hace uno para fumarse un porro y que la gente no se de cuenta que andas fumado?.- Las respuestas vienen en seguida, se atropellan al hablar los unos a los otros, “Lo que yo digo, generación Esteban al poder”. Van respondiendo a su forma.

- Pofezó, si eta fueze una pregunta de ezamen sacaría un dié.- Es Alejandro, de una aldeilla de aquí cerca, he observado en él una predilección por la mentira y la agresión a las mujeres.

- Pué o no viene a claze eze día y te queda en el parque tomando una litro, o te calla la boca y no dice ni mu en tol día.- Este es Juan, un sol de sinceridad y malos modos, mezclados con padres alcohólicos, paro y gusto por el bacalao. Entre ellos llegan a una conclusión, “¡Qué más da pofezó! Zi de toas forma venimo fumao a clase.” Pues eso, al menos han sido capaces de ponerse de acuerdo en algo sin llegar a las manos, cuando vengan los de inspección les diré que uno de los objetivos que he conseguido este curso con ellos ha sido “debatir temas candentes de la sociedad actual llegando a conclusiones razonadas y realistas”. Toma ya, mis alumnos sí que son competentes.

- Bueno, lanzo otra cuestión, ¿se puede justificar el asesinato?; quiero decir, por ejemplo, suponed que un chaval de la escuela de arte, de estos frikis que llevan gafas con la pasta muy gorda, gafas de los años ochenta, de los que van con sus pintas raras, con su música rara y que creen que cuantas más cosas raras escuchen, vean, lean o hagan más importantes e inteligentes son.

- Sí, pofezó, ya sé, de ezo que se sienten mejore y dicen quel bacalao y el flamenco es una mierda, la tunda que le metía yo a ezo.- Es José, siempre haciendo alarde de la paliza que podría propiciar con sus músculos.

- Pues de esos. Imaginaos que un día llegando a casa, tenéis la escuela de arte justo enfrente de vuestro hogar, un friki escupe un chicle y os da justo a vosotros. El tío más allá de disculparse se ríe socarronamente con sus amigotes, como si la gracia realmente fuese una gracia. Entonces os quedáis con su cara y por la noche, a eso de las nueve, cuando salen todos de la escuela de arte, lo esperas fuera, lo sigues. Y al entrar a su portal le ponéis un cuchillo en la espalda, lo metéis en vuestro coche. Ya en un escampado, uno como el que hay detrás del campo de fútbol, le pagáis una paliza con un buen palo, le cortáis el pescuezo y lo enterráis.- Los miro, están más callados que en misa, sabía que les encantaría esta historia, les pone la violencia gratuita.- ¿Eso está bien?

- Joé pofezó, sa pasao tré pueblo, con la paliza habría tenío suficiente. ¿Pa' qué matarlo?.- Me sorprende la sensibilidad de Alberto, fallé en mi apuesta.

- ¡Qué dice'! Si lo ha matao es porque se lo ha ganao, así no podrá reirse más de nadie el mu capullo, le va a escupir chicle a su puta madre.- Es Jéssica, sabía que ella no me defraudaría, ella sabe como hacer pagar a los demás sus faltas, gritos, ostias e insultos, muy cándida. Se ensalzan en una disputa, pro y contra el asesinato del friki en cuentión.

- Vale que sea un gilipolla con esa gafa, pero por un chicle no se le puede matar, opino como Alberto, con una paliza habría bastao.- Llamo al decoro de la mejor forma que puedo, dando golpes en la pizarra, y diciendo “Chicos por favor, quedan sólo cinco minutos, todos a la vez no que no nos enteramos de nada”. Al final cada cual sigue convencido de que su postura era la acertada. Matar o no matar, esa es la cuestión. Me pongo algo nervioso,en cuestión de segundos he decidido confesarles mi acto de anoche, ellos se lo merecen, son mi público preferido, mi único público a fin de cuentas.

- Chicos, antes de que os vayáis quiero deciros algo, para que el fin de semana lo paséis reflexionando un poco.- Las protestas no se hacen esperar.- Tranquilos que no es tarea. Anoche me cargué a un friki, de esos de gafas de pasta gorda, me escupió un chicle y se rió en mi cara. Paliza, cuchillo por el cuello y al agujero. ¿Qué os parece?.- Se empiezan a reír.

- Anda ya, pofezó, si usté tiene cara de no haber roto un plato en su via.- Y se van tan tranquilos, por la puerta trasera para fumarse unos porros.

*

Alberto, Jéssica, Juan, José y otros dieciséis alumnos más del PCPI de carpintería se tirarán todo el fin de semana hablando por el messenger. El tema de conversación será el chico que apareció en el escampado de detrás del campo de fútbol, dicen que le dieron una paliza y después lo degollaron.


domingo, 14 de marzo de 2010

Necesidades: Momentos ajenos.

Para Mónica y Edu. Con todo mi cariño.

He vuelto a Cádiz cuarenta años más tarde y me sigue pareciendo sucia y bella a la vez, no puedo evitar este sentimiento. Es una dicotomía fácil de entender para aquellos que como yo tuvimos que abandonarla por señoritinga y vaga, por perra, no ofreciendo salidas laborales por ningún lado. Y será por su pasado de marineros por lo que quise estudiar su historia, me especialicé en cada esquina de esta absurda ciudad, ciudad de batallas ganadas, como la del 1.702 cuando holandeses e ingleses intentaron hacerse con ella, un mes de asedio, sus 15.000 infantes y 50 navíos no pudieron con los 300 infantes y 150 jinetes españoles. Estas cuatro décadas en Venezuela he aprendido a relativizar la melancolía, o mejor dicho a disfrutar de ella. Cuando marché no sólo dejé sus calles, olores y atardeceres, también me vi obligada a dejar a Edu, el niño de mis ojos.

Trabajaba por entonces en la pescadería de mis padres, tenía mis doce años y no sabía hacer la “o” con un canuto, los libros me repelían, mis escapadas del colegio eran antológicas. Había un cliente asiduo a nuestro negocio, el maestro del barrio, mi madre habló con él, “Al menos que esta burra aprenda a leer y escribir, con unas cuantas tardes bastará”,la burra era yo. Y aquel señor mayor, de cara rancia, chaqueta roída y escueto en palabras me introdujo en el mundo del mar, de las historias de piratas, ultrajes y honor, y así aprendí el arte de la escritura y la lectura, así me hice adicta a la historia de este lugar.

En mi tiempo libre hacía una cosa que dibujaba una sonrisa en mi cara mientras limpiaba el pescado: cuidar del niño de mi vecina, Edu. Morenito y rellenito, no paraba de correr, jugar, con sus ojos negros y sus pestañas enormes me ganó el alma; pasaba horas con él, lo llevaba al parque, a la playa, siempre risueño como buen guasón gaditano que era. Así que me dedicaba a jugar con un niño de tres años a piratas y corsarios, él era Barbarroja, Francis Drake o Charles Howard, a veces se pasaba al otro bando y se convertía en el marqués de Villadarias o Marcos del Puerto. El niño cumplió los nueve, yo hice los dieciocho,seguía ayudando a mi familia con la pescadería y a la vez me convertí en la tía postiza de Edu, seguíamos jugando a señores del mar. Ese año llegaron noticias de una Venezuela en bonanza, de la posibilidad de mejorar, mis padres decidieron partir con toda la familia, incluida yo, la burra.

Me resultaba atractiva la idea de montar en barco, de divisar nuevas tierras, como un pirata. Por contra tenía a Edu y a Cádiz metidos en lo más hondo de mi corazón, ¿cómo afrenté esa despedida? Con lágrimas, muchas atemporales, como las que ahora pasean por mis arrugas mientras camino por la calle gaditana Cánovas del Castillo, en diez minutos veré a Edu, con sus 49 años está en paro.

Necesidades: Tina.



Vuelvo a editar este "relato" porque una AMIGA ha ilustrado a mi Tina.
Ilustración realizada por: Mónica Beatriz Castro Rodríguez.
Siempre gracias. Te echamos de menos,y no me refiero a Tina.

- Primero le ponemos una inyección de anestesia global, es la anestesia que ponemos cuando vamos a operarlos.- Veo como le cojen la patita y le pinchan. En pocos segundos cae semiinconsciente, la agarro del lado.- Ahora una sobredosis de anestesia y su corazón dejará de latir.-Vuelven a introducirle una aguja, pero cinco minutos más tarde ella no deja de respirar ni su corazón de latir. - Tiene un corazón muy fuerte, y mira que he puesto para unos diez kilos. Le pondré otra dosis.

He sido yo misma la que la ha llevado hasta la muerte, yo he concertado la cita con el veterinario. Los últimos años de su vida los ha pasado junto a mi madre, pero ello no puede borrar los años vividos junto a sus peludas formas de saludar. Y esta noche, durante una preciosa cena con amigos jóvenes y felices he dicho lo que siento, lo que he vivido, expresando en cada palabra la culpabilidad, la duda,“¿Y si no la hubiese llevado al veterinario?, seguramente habría vivido un año más”. La he visto nerviosa, intentando evitar el pinchazo final entre mis brazos, nerviosa y azorada, yo incrédula ante la muerte de ese ser que me dio cariño incondicional durante quince años.Y en la última respiración suspiro esperando un consuelo que sé no llegará.

He pintado de tonos grises la noche de otras personas que no se merecen mi tristeza.

No puedo evitar las lágrimas, Tina ha desaparecido del mundo real, ya sólo existirá en mis recuerdos; extraño ensayo de mi propio futuro.